Por: Rodrigo García Reséndiz
Ilustración: Víctor Solís, cortesía de Nexos
Durante estos meses de aislamiento físico forzoso, muchas personas con acceso a internet han logrado mantener una vida laboral relativamente estable e intentado mantener una vida social activa y vigorosa con resultados mixtos: a algunas les ha funcionado, mitigando el aislamiento y sus efectos; a otras no tanto, alimentando sentimientos de soledad y extrañamiento por el exterior. La situación es, sin duda, aún peor para las personas confinadas con su violentadores. Con o sin pandemia, la soledad puede considerarse un mal generalizado de la vida urbana. En México, debido a la familia como valor fundamental, aún es difícil hablar de una epidemia de soledad como en otros países, donde incluso existen ministerios o instituciones encargadas de desacelerar las causas y mitigar sus efectos en la sociedad contemporánea. Por esta razón no es deseable extrapolar datos y males característicos de la vida urbana en el norte global.
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