Por: Jacques Coste
Ilustración: Izak Peón, cortesía de Nexos
Los relatos históricos sobre la militarización que imperan en nuestra discusión pública son simplistas. Se suelen identificar dos momentos fundacionales en la militarización de distintas labores que antes correspondían al gobierno civil. Primero, el despliegue de elementos castrenses para combatir al crimen organizado durante el sexenio de Felipe Calderón, con el Operativo Conjunto Michoacán de 2006 como punto de partida. Segundo, la asignación de un cúmulo de responsabilidades civiles a las instituciones militares en el gobierno de López Obrador, con la construcción del Aeropuerto Felipe Ángeles y otras obras públicas como ejemplos insignia. A grandes rasgos, las interpretaciones históricas que existen sobre la militarización parten de la siguiente secuencia: Calderón militarizó la seguridad pública, Enrique Peña Nieto mantuvo esa política y López Obrador encargó a las Fuerzas Armadas muchas otras tareas del gobierno civil. La conclusión a la que nos llevaría esta manera esquemática de observar el fenómeno sería que la militarización de Calderón es diferente a la militarización de López Obrador, por lo que pareciera que no hay un vínculo entre un momento y otro; o, si acaso hay una conexión, ésta es meramente inercial.