Por: Maruan Soto Antaki
Ilustración: Jonathan Rosas, cortesía de Nexos
Plantear la solución de dos Estados obliga a que Israel desmantele el avance de sus asentamientos, política de Estado que contradice el planteamiento de una ocupación temporal. No hay insumo para que eso suceda. Sin fronteras y sin liderazgos políticos dispuestos a la existencia del otro, hablar de dos Estados es hacerlo de unicornios. Académicos especializados en la región y diplomáticos de todo espectro han favorecido una ilusión que no se ajusta a realidades, pero permite coloquios. Es perorata sin un Hamás capaz de abdicar de su principio fundador, porque hacerlo equivale a renunciar a su razón de existir: la creación de un Estado Islámico Palestino. Ilusorio con un Mahmud Abás aferrado a su incapacidad política en la Autoridad Nacional Palestina, pese a la seducción ideológica de Hamás en Cisjordania, su territorio. Imposible con políticos israelíes, Netanyahu o no, afianzados en una ultraderecha que usufructúan el trumpismo regional. El fundamentalismo se entendía más árabe, ya es compartido. Ambas partes tienen los incentivos inmediatos para continuar la radicalización y la violencia. Todo frente a la mirada internacional que aprendió a dar discursos bonitos.