Por: Aleister Montfort
Ilustración: Víctor Solís, cortesía de Nexos
No es inusual que, durante y después de las elecciones, los partidos políticos manifiesten defensas que resuenan con los intereses de grupos sociales específicos; con ello buscan mantener o sumar más adeptos. En muchos casos, esas defensas se basan en grupos y divisiones preexistentes, definidos por algunos estudiosos como las clases socioeconómicas. Es verdad que los partidos políticos nacieron para encauzar anhelos colectivos, pero también lo es que este principio se desvirtúa cuando los partidos, a fin de mantenerse en el poder, crean argumentos y agendas a modo. En este sentido, las llamadas clases sociales han sido una categoría ampliamente utilizada por los partidos y los políticos para confrontar los intereses dentro de la sociedad, generar adherencia a grupos e instituciones, avanzar sus agendas y aceptar a cuadros políticos que prometen la defensa incondicional de dichos sectores. A unos días de las elecciones intermedias en México, varios analistas indicaron que “la clase media” había castigado a Morena y el presidente López Obrador, en respuesta, criticó a dicha clase por “aspiracional e individualista”. Pero, ¿es realmente cierto que, dentro y fuera de la Ciudad de México, este grupo le dio la espalda al proyecto del actual gobierno?