Por: Mercedes Carbonell Peláez y Carlos Enrique Ramos Chávez
Ilustración: Víctor Solís, cortesía de Nexos
Las medidas para frenar la propagación de la enfermedad —principalmente el distanciamiento social y el confinamiento— imponen un alto costo para las y los trabajadores: hay quienes se quedan a trabajar desde casa, quienes se ven obligados a aceptar un salario reducido, quienes simplemente son despedidos y quienes dejan de recibir clientes o deben cerrar sus negocios. Los trabajadores independientes y los informales enfrentan grandes dificultades para mantener sus ingresos. Así, un ingreso vital se vislumbra en el horizonte como una política social, económica y sanitaria. De tal manera que es apremiante atender a las personas trabajadoras más vulnerables para evitar que caigan en la pobreza o en la enfermedad y para no profundizar la desigualdad que sufre el país.
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