Por: Sebastián Ocampo Palacios
Ilustración: Patricio Betteo, cortesía de Nexos
Discutir el bienestar económico en términos de su civismo abona a los esfuerzos por generar una visión más completa sobre las implicaciones de la economía en el desarrollo humano. Este tipo de ejercicios reflexivos han cobrado importancia ante la explosión de la crisis sanitaria global del año pasado y los indicios claros sobre una inminente emergencia climática. Un ejemplo destacado es la redefinición del Índice de Desarrollo Humano impulsado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. Ajustado a presiones planetarias, el Índice de Desarrollo Humano considera elementos que van más allá de la comprensión económica clásica: agrega la dimensión de género, considera los efectos negativos de la producción en el ambiente, la cultura y la salud, puntualiza el reconocimiento de las necesidades locales y reconoce la importancia de establecer procesos de participación ciudadana para satisfacerlas. Otras organizaciones impulsan propuestas locales similares, como el desarrollo de Oxfam y Open Society Foundations sobre los foros de discusión en los que se comentaron los elementos de una economía más humana para el caso de México. En ese sentido, las agrupaciones proponen sus sugerencias desde el reconocimiento de los problemas de pobreza, desigualdad, género y participación ciudadana que existen en el país.
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