Por: Claudio Lomnitz
Ilustración: Patricio Betteo, cortesía de Nexos
Existe una infraestructura material que ha dado pie a esta crisis tan aguda, y es urgente entenderla y hacerle frente. Una de esas condiciones es, sin duda, el horizonte de expectativas que se fue afianzando, como si se tratara de un derecho de todo ciudadano. Es la idea del progreso material como aspiración atenible, idealmente en una sola generación. El American Dream. La garantía de que todas las rutas de acceso a la riqueza permanecerán siempre abiertas, aunque sea a costillas de agotar acuíferos o de echar cantidades ilimitadas de carbono al aire. Esa idea, que fue alimentada durante décadas, es hoy una exigencia de cierta parte de una población que está dispuesta a defenderla aunque sea por la fuerza. Preservar el progreso para los sectores —mayoritariamente, aunque no exclusivamente, blancos— que consideran que el progreso personal es un derecho. Ésa es una parte de la infraestructura material del auge autoritario y, digámoslo ya, del auge neofascista. Es neofascista, sí, porque implica un dominio nacional y racial. La prosperidad garantizada será para ellos y no para todos.
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