Casi nadie lo ha notado, pero algunas fincas aguacateras en Michoacán son observadas desde el cielo por la empresa michoacana B01CO, que revisa la salud de estos árboles para asegurar los compromisos de venta en el exterior. En 2016, esta industria aguacatera facturó, por concepto de exportaciones, casi 2,700 millones de dólares (mdd).
A medida que las exportaciones de vegetales crecen, la producción agrícola requiere mayor predictibilidad y, en consecuencia, un mayor control tanto de los insumos como de las condiciones bajo las cuales se realiza dicha actividad.
La capacidad de los sistemas de cómputo, la aparición de sensores para medir las variables relacionadas con las condiciones de los cultivos, y la popularización de las aeronaves no tripuladas de bajo costo, conocidas como drones, han hecho que la agroindustria cuente con mejores herramientas para la labor agrícola.
Para México, estas innovaciones llegan en un momento clave. Desde inicios de la década, la superficie cosechada en el país se ha mantenido estable en un promedio de 20.8 millones de hectáreas, pero el valor de la producción se ha incrementado con rapidez al pasar de poco más de 410,000 millones de pesos (mdp), en 2012, hasta casi 514,000 mdp en 2016, según datos de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa). Además de que los productos agrícolas se han convertido paulatinamente en uno de los motores de las exportaciones nacionales.
En 2012, las ventas agropecuarias en el exterior representaron 7% de las exportaciones mexicanas, y en 2016, último año en el que existe información disponible, la porción era ya de 9%. Para ese mismo año, la exportación de jitomate generó al país ingresos por 2,220 mdd y la del aguacate poco menos de 1,700 mdd, según datos de la división estadística de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
A diferencia de la agricultura de subsistencia, en la de escala comercial la clave se llama predictibilidad, a decir de Francisco Corona, director de Soluciones Empresariales y Nube para Microsoft México, quien trabaja de la mano con agroindustrias en el desarrollo de soluciones de datos.
“El sector de la agroindustria ha sido uno de los más interesados en adoptar servicios innovadores para ayudar en diferentes partes del negocio”, señaló el especialista.
Y aunque suena a cosa nueva, el uso de datos en la agricultura se remonta a los orígenes de la civilización, pues ya en el año 1,800 antes de Cristo la civilización mesopotámica usaba calendarios agrícolas para coordinar labores de siembra y cosecha. Sin embargo, es en el año 2010 cuando la revista científica Science publicó un artículo de los investigadores Robin Gebbers y Viacheslav I.
Adamchuk, en el cual se habla respecto de los avances en la ciencia de datos para el desarrollo de mejores prácticas agrícolas y sobre “monitorear la producción de la cadena de alimentos y controlar tanto la cantidad como la calidad de la producción agrícola”.
Este llamado fue respondido por instituciones como la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés), empresas de tecnología como Google y Microsoft, así como una nueva generación de emprendimientos que buscan proveer a los agricultores con datos que les permitan un mejor control de los materiales empleados en el proceso agrícola y así reaccionar ante los imprevistos e, incluso, tener capacidad para preverlos y disminuir una de las condiciones estructurales de la agricultura, que son las enormes variables en la producción, a decir del ejecutivo de Microsoft.
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La agricultura es una actividad en la que se involucran factores que incluyen el tipo de suelo, lluvia, diversas semillas a emplear y disponibilidad de herramientas, como tractores y cosechadoras. Eso sin contar imprevistos como plagas, sequías, inundaciones y otro tipo de fenómenos naturales.
De hecho, según datos de la Sagarpa, entre 3 y 6% de la superficie sembrada en el país no se cosecha en cada ciclo por diversas razones.
A eso se suma el sistema de comercio bajo el que funciona la agricultura industrial, así lo explica David Guzmán, gerente de Soluciones de Ingeniería en la empresa Agribotix Latam, comercializadora de soluciones de interpretación de imágenes para este sector. “Los agroindustriales firman contratos con los que se comprometen a entregar cierta cantidad de producto al final del ciclo de la cosecha, por lo que cualquier variación tiene implicaciones negativas”, señaló.
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Drones al rescate
La tecnología provee a los agroindustriales mexicanos con soluciones que les ayudan lo mismo a tener más información sobre el estado de sus parcelas que para controlar los insumos. Agribotix, una empresa de origen estadounidense, en 2013 comenzó a experimentar con la interpretación de imágenes obtenidas vía drones. “Las cámaras de los drones proveen imágenes con una resolución de hasta dos centímetros por pixel, superiores a las imágenes satelitales cuya definición puede ser, en el mejor de los casos, de 50 centímetros por pixel”, dijo Guzmán.
Los drones empleados por la empresa B01CO son similares a los usados para fines recreativos, como los de la marca DJI, una de las más populares, pero llevan a bordo cámaras infrarrojas que permiten conocer detalles que de otro modo serían desconocidos, explica Luis Eduardo Quezada, director en B01CO, cuya sede está en la localidad aguacatera de Uruapan, Michoacán.
“En el espectro infrarrojo se pueden saber cosas relacionadas con el estrés que sufre una planta, ya sea por falta de agua, nutrientes o una plaga”. Así, la flota de drones de la empresa toma imágenes infrarrojas y a partir de su análisis crea un índice con el que le informa al agricultor sobre el estado de salud de los cultivos. Con la información generada se pueden tomar decisiones como el uso de fertilizantes, plaguicidas o el riego de los cultivos.
Además de informar sobre el estado de una parcela, la tecnología también permite un control más detallado de los materiales requeridos en la labor agrícola.
La empresa brasileña TOTVS (se pronuncia totus) emprendió, a inicios de la década, la comercialización de un sistema que permite a los responsables, en los campos de cultivo, el control de activos como herramientas y vehículos, así como de insumos tales como fertilizantes y combustible. Esto es posible a través de una app, explica Carlos Oettel, gerente Comercial para la región Norte de América Latina.
“En Brasil nuestra tecnología es usada por los empresarios de la caña de azúcar y en México los del aguacate y del café ya lo están adoptando”, señaló Oettel.
El uso de una app para registrar el movimiento de activos en un campo de cultivo podría parecer algo suntuario cuando un papel y lápiz podrían dar un servicio similar, pero el ejecutivo de TOTVS refiere que las actividades agroindustriales adquieren complejidades que rebasan las soluciones tradicionales.
[OBJECT] “El registro de la cosecha del día puede hacerse a mano, pero en la agroindustria, ese registro se incorpora en los datos de un sistema ERP (Enterprise Resource Planning) y errores de registro pueden crear problemas”, explica Oettel.
Con la solución de TOTVS es posible llevar el control digitalizado sin necesidad de conectividad en el campo de cultivo, factor que suele disuadir a los usuarios de sistemas digitales en el campo. “El encargado puede llevar la tableta o el teléfono con la aplicación móvil al campo y aunque no haya cobertura, al regresar al centro de operaciones podrá descargar la información y usarla para el control de inventarios y otras funciones operativas” dijo Carlos Oettel.
Sin embargo, la tecnología está apenas en sus etapas iniciales de adopción y es posible que en un futuro mejores sistemas de control de procesos, aunados a tecnologías emergentes como la Inteligencia Artificial (AI, por sus siglas en inglés) y el Internet de las Cosas (IoT, por sus siglas en inglés) a un costo accesible, impulsen una revolución en la productividad agrícola.
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El costo, un obstáculo
Empresas agroindustriales mexicanas emplean las tecnologías de Microsoft para mejorar el rendimiento de las cosechas de agave, dice Francisco Corona de Microsoft. “Usando un machine learning, y modelos de predicción, podemos disminuir la variabilidad de las cosechas hasta en 85%”. Sin embargo, una barrera para la adopción de tales soluciones es su costo.
Para resolver este obstáculo, Luis Eduardo Quezada y su equipo en B01CO ofrecen vigilancia aérea como si fuese la renta de un servicio. “Nuestro precio base de supervisión con un dron es de 309 pesos por hectárea, lo que nos permite ofrecer al agricultor indicadores de precipitación, temperatura, bitácora de observaciones y un reporte detallado por uno de nuestros ingenieros agrónomos”.
En el caso de las parcelas de aguacate, el análisis se realiza casi cinco veces al año, lo que permite al agricultor un preciso control de su cosecha en intervalos que antes se pensaban imposibles. “Una supervisión aérea puede proveer información el mismo día, mientras que una a pie puede tomar días enteros”, dice Quezada.
De acuerdo con un reporte publicado el año pasado por el Stanford Graduate School of Business, las crecientes capacidades de tecnologías como la AI permitirán a los agroindustriales tomar mejores decisiones, emplear sistemas agrícolas que consumen grandes cantidades de agua, nutrientes y pesticidas, así como mejorar la cadena de abasto, que hoy en día representa uno de los grandes cuellos de botella responsables de buena parte del desperdicio de alimentos.
Entretanto, los drones de B01CO seguirán velando por la salud de los aguacates y del guacamole michoacanos.