Todos los días, millones de oficinistas de las grandes ciudades se preparan cada mañana con una taza de café, un latte o un grande americano.
Pero, ¿cuántos piensan, aunque sea por un momento, en los sacrificios que se hicieron para que el grano llegue al barista?
Muchos se quejan del precio de una taza de café, pero ¿sabrán que de cada vaso que se vende a 3 o 4 dólares en las cafeterías de Londres, Manhattan y Tokio, los agricultores que producen los granos solo reciben 5 centavos?
Una bolsa de 453 gramos (una libra) de café verde, que se vende en alrededor de 1.30 dólares a los precios del mercado, sirve para la elaboración de 50 tazas de café. La ganancia es para quienes se encuentran en el final de la cadena de suministro, quienes venden un vaso de café al menudeo en 3 dólares promedio, es decir, generan 150 dólares con una libra de aromático.
[OBJECT] Alguien, en alguna parte, gana una cantidad significativa de dinero, pero sin duda no son los que todos los días se enfrentan a la lucha de ganarse la vida a duras penas cultivando granos de café. Es una situación que Juan Manuel Santos, presidente de Colombia —uno de los principales países productores de café del mundo— describe como “ofensiva”.
En la fiesta de inauguración del Foro Mundial de Productores de Café, celebrado en julio en la ciudad colombiana de Medellín, el vino, la cerveza y la plática fluyeron libremente.
Los productores colombianos en sus tradicionales guayaberas blancas de algodón se relacionaban con los agricultores del oeste de África vestidos con túnicas, y con los exportadores vietnamitas con trajes elegantes. En el fondo se escuchaba la música de cumbia y salsa. Así, las principales naciones productoras del aromático en el mundo se reunieron para hablar de trabajo. Sin embargo, una vez que terminó la fiesta y comenzó formalmente el foro, se evaporaron las sonrisas.
Orador tras orador señalaron la triste situación de la industria en el mundo. Es insostenible, dijeron. No se puede esperar que los agricultores pobres sigan con la producción de café a los precios tan bajos de hoy.
Al presentar su evaluación, Vincent Ssempijja, ministro de Agricultura de Uganda, habló por muchos de sus colegas. “Nuestros árboles son viejos, nuestro suelo se agotó”, dijo, y agregó que las plagas y las enfermedades eran una gran amenaza para la producción. “Luchamos contra el cambio climático, nuestros agricultores envejecen porque los jóvenes ya no quieren trabajar en la industria y tenemos un financiamiento inadecuado para la producción”.
Roberto Vélez, presidente de la Federación de Productores de Café de Colombia, dijo que en la cadena de suministro evidentemente hay muchos eslabones y que se necesita pagar a todos los intermediarios, “pero tienes que preguntarte, ¿en dónde está todo ese dinero?”.
El foro de Medellín atrajo a algunos nombres importantes. El expresidente de Estados Unidos (EU), Bill Clinton, asistió. Santos dio el discurso de apertura y Jeffrey Sachs, uno de los principales economistas del mundo en temas de sustentabilidad, hizo cálculos.
Los precios del mercado mundial del café cayeron dos tercios en términos reales desde principios de la década de 1980, dijo Sachs. Las verdaderas ganancias de los productores de café se redujeron a la mitad durante ese lapso.
No siempre fue así. Entre la década de 1960 y 1989, un cártel de países productores y consumidores de café establecía los precios, y aunque los agricultores difícilmente eran millonarios, generalmente les iba bien. Pero cuando Vietnam surgió como un importante productor en la década de 1980, además del final de la Guerra Fría, se colapsó el sistema de cuotas.
TE RECOMENDAMOS: Nespresso, bajo presión de elevar su reciclaje
La Organización Internacional del Café (OIC), el organismo intergubernamental con sede en Londres, que agrupa a las naciones productoras y consumidoras, asignó cuotas para los países productores. Con el fin de cumplir, a menudo almacenan o incluso destruyen los granos de café cuando hay excedentes.
Estados Unidos —el mayor consumidor de café— respaldó el sistema por razones políticas. Washington temía que si los precios del café quedaban en el libre mercado, tendrían una caída drástica, fomentando el descontento y la revolución comunista en su propio “patio trasero”, concretamente, los países productores de Centro y Sudamérica. Cuando terminó la Guerra Fría, esos temores se desvanecieron y EU le dio la espalda a los acuerdos del cártel.
Esto tuvo un marcado impacto en los agricultores. Bajo el sistema de cuotas, la OIC, que ya no ejerce tal poder sobre el precio del café, dice que 27% del precio de venta de una bolsa de café regresa a los agricultores, exportadores o al gobierno de los países productores. De 1990 a 2009, esa cifra cayó a 17%. Ahora “la industria del café genera alrededor de 200,000 millones de dólares (mdd) al año”, dijo el ministro de Agricultura de Tanzania, Charles Tizeba, en el foro de Medellín, “y solo alrededor de 19,000 mdd regresan a los productores”.
Algunos agricultores del foro cabildearon para que se vuelvan a establecer las cuotas. Los tres mayores productores —Brasil, Vietnam y Colombia— controlan dos tercios de la oferta mundial. Un acuerdo entre ellos, tal vez con el respaldo de otros grandes productores como Indonesia y Honduras, podría cambiar las condiciones a los productores.
Sachs argumenta que si los consumidores occidentales pagaran 5 centavos adicionales por su taza de café de la mañana se lograría una diferencia. “La lógica es clara”, dice. “Un pequeño incremento para los consumidores podría significar un enorme incremento en todos los aspectos para los agricultores”.
Otra idea que se presentó en el foro fue un impuesto sobre el comercio especulativo del café. Si las empresas que compran y venden contratos de futuros de café en Londres y Nueva York tuvieran que hacer incluso una modesta contribución a un fondo de agricultores, cada vez que completan una operación, eso podría proporcionar una fuente vital de ingresos para los productores.
[OBJECT] Las cambiantes condiciones ambientales pasan factura. Muchos productores de café se enfrentan a las devastadoras consecuencias del cambio climático. En las tierras altas de Colombia y Etiopía, hogar de algunos de los mejores granos de café arábica del mundo, los agricultores deben ir más arriba de las montañas para escapar del calentamiento de las zonas bajas.
En las regiones de cultivo de las tierras bajas, sobre todo en el norte de Brasil, el cambio climático complica la lucha contra las enfermedades. Entre estas se encuentran la roya de la hoja y las plagas tales como la temida broca, un escarabajo que perfora y hace su camino dentro de las bayas del café.
Sin embargo, con la demanda de café en aumento, la esperanza se mantiene: “tres cuartas partes del mundo todavía tienen que descubrir realmente sus delicias”, dice Sachs.
En Europa y Norteamérica, una persona promedio bebe una taza de café al día. En Japón, la cantidad es una taza cada tres días, mientras que en China, donde el té es la bebida preferida, una persona promedio apenas bebe una taza de café al año.
Como tal, el potencial de la bebida puede dar algún tipo de consuelo para los muchos millones de personas en el mundo, cuyo sustento depende de ella, y muchos de los cuales trabajan en las condiciones más extenuantes.