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Jóvenes construyendo el futuro: el panorama a un año de su inicio

FT Mercados

Menos del 5% de los Jóvenes inscritos han obtenido un empleo formal, pero será hasta febrero que se revelará los primeros resultados.

Al igual que más de cinco millones de jóvenes mexicanos, Fernanda Muñoz se sentía atrapada. “No pude encontrar un buen trabajo y no tenía una idea clara sobre qué estudiar”, dice. Pero en abril, la joven de 23 años se unió a un programa de capacitación del gobierno y ahora rebosa de entusiasmo.

Su capacitación incluye escribir y distribuir un periódico independiente, además de cocinar alimentos no deseados de la Central de Abasto de la Ciudad de México para personas necesitadas. Ella toma filosofía, arte y otras clases en la empresa social donde trabaja. Lo mejor de todo es que le prometieron un trabajo cuando termine su periodo de un año.

Muñoz es una de los casi un millón de mexicanos inscritos en el programa social Jóvenes Construyendo el Futuro, uno de los más emblemáticos del presidente Andrés Manuel López Obradorpara jóvenes desempleados. El presidente dice que el gobierno históricamente les ha dado la espalda, al ser etiquetados como ninis (ni estudia ni trabaja) cuando realmente son víctimas de la falta de oportunidades.

El programa se produce cuando el país está luchando con un sistema educativo fallido, como se plasma en las evaluaciones Pisa de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), que comparan el desempeño en lectura, matemáticas y ciencias en países miembros del organismo.

Al mismo tiempo, México se enfrenta a una grave escasez de habilidades: la mitad de las empresas encuestadas por Manpower Group se quejó en 2018 de tener problemas para llenar los puestos de trabajo.

Oportunidades en puerta

El programa tuvo que ponerse en marcha cuando López Obrador asumió el cargo hace un año. Ha tenido problemas en sus inicios. Un informe mordaz que publicó en agosto Mexicanos Contra la Corrupción e Impunidad encontró que los datos del programa eran “improbables, incompletos y no verificables” a pesar de sus loables objetivos.

El esquema enlaza a los aspirantes a aprendices con empleadores •más de 80% son pequeñas empresas• para un año de capacitación y paga un estipendio mensual de 3,600 pesos.

Las grandes empresas, que públicamente expresaron su recelo sobre el presidente, también se han inscrito. Femsa, la embotelladora de Coca-Cola que dirige Oxxo, aceptó alrededor de 400 aprendices, de los cuales ya contrató a 20. Algunos inicialmente carecían de las habilidades básicas para tener éxito en las entrevistas de trabajo.

“Sin este programa, habría sido difícil para muchos de ellos ingresar al mercado laboral formal”, dice Mauricio Reyes, representante de la compañía. Ha sido una calle de dos vías, “nos ha abierto los ojos a un mundo muy diferente”.

Si bien la sede corporativa puede haber visto con desconfianza a los posibles empleados cubiertos de tatuajes, por ejemplo, “nos dimos cuenta de que podría relacionarse bien con muchos de nuestros clientes”.


Pablo González, director ejecutivo de Kimberly-Clark en México y jefe del Comité de Educación en el Consejo Coordinador Empresarial, dice que el programa ofrece una oportunidad vital en un país donde una quinta parte de la población tiene entre 18 y 29 años. “No se puede esperar que dé fruto de la noche a la mañana”, menciona.

“En unos años, esto cambiará cada vez más la vida de las personas”. Está de acuerdo en que, si bien las grandes empresas pueden ofrecer capacitación a aprendices en cosas como la codificación y el inglés, las pequeñas empresas carecen de recursos, lo que lleva a resultados irregulares.

“Algunas empresas simplemente utilizan a los aprendices como mano de obra gratuita”, dice Reyes de Femsa.

Jovenes trabajando

Raymundo Guzmán, de 23 años, fue asignado a una compañía de autobuses donde su trabajo consistía en verificar que los vehículos estuvieran limpios y equipados para cada viaje.

Él dice que lo maltrataron verbalmente y le pidieron que limpiara los autobuses y cargara el equipaje, lo que él hizo, a pesar de que no era parte del trabajo. Desde entonces dejo el programa de capacitación. Alrededor de 4% de un millón de jóvenes inscritos en el programa Jóvenes Construyendo el Futuro desde su lanzamiento ya lo abandonaron, y solo 4.5% se han colocado en un empleo formal.

Es decir 48,700 becarios, según la Secretaria de Trabajo y Previsión Social (STPS). De acuerdo con los últimos datos de la dependencia, 5,700 jóvenes se colocaron en la misma empresa donde cursaron la beca y 43,000 obtuvieron empleo en una empresa del mercado laboral exterior.

“No piden lo imposible, pero nos piden que trabajemos y algunas personas piensan que, dado que es un subsidio del gobierno, todo lo que tienes que hacer es presentarte”, dice Muñoz.

Alexandra Zapata, subdirectora del Instituto Mexicano para la Competitividad, dice que el programa se considerará un éxito solo si enlaza a las personas con oportunidades de “aprender realmente” y si eso se traduce en un mejor conjunto de habilidades para que sean realmente contratables”, pero se corre el riesgo de que simplemente sea “una guardería para adultos”.

Algunos aprendices también descubrieron que pueden ganar más dinero en la economía informal de México: más de la mitad de la economía está compuesta por empresas que no pagan impuestos ni prestaciones.

Si bien se han hecho ajustes para prohibir los abusos •por ejemplo, algunas compañías trataron de retener parte del estipendio• y hacer que el programa tenga más rendición de cuentas, dice Horacio Duarte, subsecretario del Trabajo.

Mientras los primeros 20,000 se preparan para graduarse en febrero, “vamos a juzgar el éxito en función de la cantidad de personas que obtengan empleos después y cuántos de ellos decidan, si no pueden encontrar trabajo, establecer sus propios negocios”, dice.

“Este programa es una ayuda, por supuesto”, dice Mónica Flores, directora ejecutiva de Manpower Group en América Latina. “Pero el problema es mucho más complejo que un programa de aprendizaje de un año”.

LA CEREZA DEL PASTEL

Los mexicanos deportados proporcionan un elemento vital para el desarrollo económico interno.Si pides una pizza de Domino’s en California, hay una buena posibilidad de que hables con un agente en “Little LA”, el área del centro de la Ciudad de México que es un imán para los deportados y repatriados de Estados Unidos (EU). Allí, algunos de los 200,000 mexicanos que regresan cada año explotan sus habilidades de lenguaje en los centros de atención telefónica, utilizando un inglés fluido.

Para muchos, es el primer trabajo formal al que pueden aspirar en México. Pero la alta rotación significa que un trabajador promedio dura solo ocho meses. Sin embargo, son una fuente de personas talentosas que han vivido durante años en EU y obtuvieron una mejor educación de la que podría haber estado disponible en México.

El país podría hacer más para aprovechar sus habilidades, dice Eunice Rendón, una exfuncionaria del gobiernoy experta en migración. La enseñanza del inglés es una de las evidentes vías que están abiertas para los repatriados, como Mauricio López, de 25 años, que regresó a México hace casi tres años. “Mi misión es dar a nuestra comunidad una herramienta para que, de esa manera, no tengan que depender de los centros de atención telefónica”, menciona.

Duró tres meses trabajando en uno de estos centros, pero renunció para fundar una escuela de inglés. Muchos repatriados poseen habilidades que “México no es muy bueno para desarrollar por sí solo, de ahí la razón por la que tantas personas se han ido a lo largo de los años como migrantes” señala Benjamin Waddell, un experto en migración en Fort Lewis College en Colorado.

New Comienzos, fundado por Israel Concha, ayuda a enlazar a los repatriados con oportunidades locales y capacitación. Su organización los ha ayudado a obtener la certificación de su inglés y otras habilidades. Él ve potencial para poner a trabajar lo que aprendieron en EU en los sectores de logística, industria automotriz, agricultura, servicios, turismo y tecnología y mercadotecnia en línea en México.

Concha recuerda que un exdirector del Instituto Nacional para la Educación de los Adultos (INEA) dijo: “Ustedes son la cereza del pastel.

No nos ha costado nada capacitarlos y son completamente bilingües”. Hablar inglés también puede brindar a los repatriados brillantes la oportunidad de llenar el déficit de desarrolladores e ingenieros de software de México.

La empresa de capacitación Hola Code dirige campamentos de entrenamiento de cinco meses basados en un modelo exitoso de Silicon Valley, y puede presumir de una tasa de empleo promedio de 74%.

“Esto genera movilidad social”, dice Aída Chávez, directora de asuntos estudiantiles de Hola Code, y señala que los graduados pueden ganar cinco veces más que en un Centro de Atención Telefónica. “Tenemos un flujo de personas que es un regalo para México”.



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