La sombra de la variante ómicron se cierne sobre la economía mundial. Aunque seguimos ignorando en gran medida su transmisibilidad, virulencia y capacidad para eludir la protección que dan la vacuna o la infección previa, no hay mejor momento para hacer un balance de las lecciones económicas de los dos últimos años para ayudar a establecer la política actual.
Lo más importante es que cuando circula un virus grave, no se puede separar la economía de la epidemiología. Está claro que hay un equilibrio entre las restricciones a la vida cotidiana normal y la actividad económica a corto plazo, pero la causa subyacente de los problemas sanitarios y económicos es la gravedad de la epidemia. Controlar el virus es primordial.
Los confinamientos tempranos y estrictos tuvieron más éxito en 2020 y funcionaron bien en gran parte de Asia y el Pacífico. Pero este año, las vacunas y los tratamientos eficaces han permitido que la vida esté más cerca de la normalidad en Europa y Estados Unidos, siempre y cuando los países puedan animar y coaccionar a un número suficiente de personas para que se vacunen. La promesa de vacunas efectivas también reduce el costo de las restricciones económicas temporales al comienzo de una ola, porque el fin de la disrupción está a la vista. Eliminan la necesidad de las restricciones draconianas inherentes a un enfoque de cero covid.
Si el vínculo entre la economía y la epidemiología ha sido un caso de aprendizaje a través de la práctica, la política económica pura en los países ricos ha sido un triunfo. El año pasado se produjo la peor caída mundial del producto interno bruto (PIB) per cápita desde la Segunda Guerra Mundial, pero los últimos pronósticos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) sugieren que a finales de 2022 las economías avanzadas habrán recuperado todo el terreno perdido. Para estos países, el Build Back Better no es un eslogan vacío, sino el resultado más probable.
El éxito de la vacunación ha transformado las perspectivas este año junto con un hábil despliegue de la política económica en los países ricos. El apoyo fiscal a los afectados por las restricciones económicas fue rápido y generoso.
La rápida actuación de los bancos centrales para sofocar las turbulencias iniciales en los mercados financieros y la voluntad de permitir a los gobiernos endeudarse para superar la crisis con amplias compras de activos también desempeñaron un papel importante. Nadie debe obsesionarse con la preocupación de que se haya roto el tabú de la monetización de la deuda pública, siempre que las políticas sean temporales y eviten una presión inflacionaria persistente.
El regreso de la inflación ha sido la demostración más visible de una tercera lección: afinar la respuesta a una crisis es imposible. Con un enorme aumento de la demanda mundial de bienes, los precios más altos se volvieron inevitables. El hecho de que los aumentos de precios estén más arraigados en EU, donde la inflación salarial subió más, es un valioso recordatorio de que las limitaciones de recursos en economía son reales. Los gobiernos no pueden hacer funcionar las economías a una presión cada vez mayor sin sobrecalentarse.
La última lección económica de los dos últimos años es que los detalles de la política son importantes. Las recientes perspectivas económicas de la OCDE muestran que la recuperación de EU superó a la de la eurozona en términos de PIB, pero quedó rezagada respecto a los países europeos en términos de empleo.
Esto está relacionado con el tipo de apoyo fiscal ofrecido durante la pandemia y demuestra importantes compensaciones. Los países europeos vincularon el apoyo al empleo a los empleadores, manteniendo a los trabajadores apegados a sus puestos, pero pagando el precio en términos de menor productividad y retrasos en garantizar la creación de nuevas plazas en áreas donde la demanda y el gasto eran elevados. EU fue mejor en la reasignación de empleados a nuevos puestos al vincular las ayudas a los individuos en lugar de a los empleadores, pero esto tuvo el costo de que un número mayor de personas quedara fuera del mercado laboral por completo. Aún es muy pronto para evaluar cuál de las dos opciones tendrá más éxito.
Con estas lecciones en mente, podemos pasar a ómicron. Los primeros datos sugieren que es mucho más transmisible que la variante delta. También es más leve, pero no está claro si la menor virulencia es una propiedad innata de la variante, el resultado de la protección contra la enfermedad grave que proviene de una infección o vacunación anterior o, lo que es más preocupante, que el perfil de edad de los casos positivos ha sido joven hasta la fecha en Sudáfrica.
Los países necesitan tiempo para formular políticas, pero en Sudáfrica y Reino Unido los casos de ómicron crecen a gran velocidad. La lección aprendida al inicio de la pandemia es que hay que actuar con rapidez en lugar de buscar la optimización, por lo que llegó el momento de que los gobiernos de los países ricos adopten el principio de precaución, además de acelerar el refuerzo de las vacunas.
Esto significa basarse en las restricciones a los viajes con la reintroducción de restricciones en la vida cotidiana, al tiempo que se preparan las herramientas de política fiscal para volver a actuar si se necesitan más restricciones.
Esperemos que estas medidas resulten ser exageradas, en especial si las vacunas son eficaces para prevenir enfermedades graves. El daño a largo plazo será mínimo. Eso es mucho mejor que la alternativa de esperar y arriesgarse a una ola ómicron mucho peor.