Nunca lo imaginarías de una elección en Estados Unidos (EU). Por tercer año consecutivo, el mundo está en camino de superar una temperatura récord en 2016, después de padecer el mes de julio más caluroso de la historia.
Las personas tienen razón al preocuparse de que tal vez a sus hijos no les vaya tan bien. Sin embargo, esto tiene un papel pequeño en la angustia. En cualquier medición, la política estadunidense alcanzó un clima extremo en 2016, pero el calentamiento global se ubica cerca del fondo de la lista de preocupaciones de los electores.
La inmigración ilegal, por otro lado, está casi en la cima, a pesar de que la afluencia neta de inmigrantes indocumentados paró hace cinco años. ¿La democracia está en camino de esquivar el mayor reto de nuestra era?
En el futuro próximo seguro lo hará. Sería simplista culpar de todo a Donald Trump. El candidato republicano rechaza el calentamiento global provocado por el hombre como un engaño creado por China para aumentar su superávit comercial con EU. También ha hecho más que cualquier otra figura para demonizar a los inmigrantes hispanos.
Sin embargo, las preocupaciones de los electores probablemente serían un poco diferentes si Trump no hubiera entrado a la política. La mayoría de nosotros nos enfrentamos a la vida con nuestros problemas cotidianos. La política, al igual que la caridad, comienza en casa. Es natural preocuparse más por la seguridad laboral, o por la asistencia de salud de la familia, que por los grandes temas de nuestros tiempos.
Las preguntas sobre la guerra y la paz pocas veces alteran las elecciones de EU. ¿Por qué debería hacerlo la meteorología?
El calentamiento global ya no es solamente un documental de Al Gore. Afecta nuestra vida diaria. El mes pasado, la costa este de EU sufrió de una “cúpula de calor” inusualmente prolongada, las temperaturas de verano fueron tan altas que las autoridades en Nueva York y Washington instaron a la gente a mantener a los niños en interiores y permanecer hidratados.
Mi hogar en Washington sufrió de dos noches de cortes de electricidad. Los trabajadores de la compañía eléctrica dijeron que esperaban muchos cortes más. Sus cables subterráneos no se diseñaron para soportar tantos días con temperaturas diurnas de casi 37.7 grados centígrados.
La gente que vive en el sur de California sufrió de un incremento en la ferocidad de los incendios forestales. Los occidentales pueden tener dificultades para identificarse con las personas en el Golfo, donde años de creciente intensidad del calor amenazan con hacerlo inhabitable. Pero sienten el impacto cuando las tarifas de los seguros se disparan en zonas costeras bajas, como Florida, Alabama e incluso Nueva Jersey.
La alarma climática ya no es un monopolio de los ambientalistas. A principios de este mes, Zillow, un sitio en línea de propiedades, pronosticó que 1 de cada 8 hogares en Florida estará bajo el agua para finales del siglo.
El mes pasado las grandes empresas de reaseguros instaron a Washington a tomar medidas urgentes para detener la catástrofe, que amenaza con hacer obsoletos sus modelos de riesgo. Mientras tanto, los agricultores en el medio oeste se preocupan por la incertidumbre del “clima extremo”. Pero, ¿podrán los electores conectar los puntos? ¿Su experiencia con el cambio climático se traducirá en acción pública?
Hay otros dos grandes obstáculos. El primero es que los electores desconfían cada vez más de los expertos. No hay manera en que la mayoría de la gente tenga el tiempo, o la educación, para comprender la ciencia del clima. Si desconfiamos de los que lo hacen, no escucharemos lo que dicen.
Los científicos de manera consistente dijeron que el calentamiento global ocurrirá de manera dispareja, impredecible y por etapas, y no en una curva lineal. Esto significa que el próximo año tal vez sea menos caluroso que este. Eso no quiere decir que el calentamiento global es un engaño. Aquí una predicción: la próxima vez que caiga nieve en Washington, DC, varios senadores de EU publicarán tuits donde se burlen del calentamiento global.
En segundo lugar, la gente tiene miedo de que hacer algo sobre el calentamiento global la vuelva más pobre. Términos como “impuesto al carbono” implican mayores costos de vida. Esto hace que la política sea muy difícil.
Para evitar la palabra impuesto, los gobiernos recurren a remedios mucho menos eficaces, como topes máximos y programas comerciales, que se empiezan a tambalear en Europa, California y otras partes, ya que los manejan burócratas y son vulnerables al cabildeo. Sería mucho mejor dejar que el mercado decidiera cómo reducir las emisiones al poner un precio al carbono.
En teoría, la solución es sencilla. Por cada dólar que se recaude con el carbono, debemos recibir un dólar en créditos fiscales, o mejor aún, que se rebajen en nuestras declaraciones de impuestos. El propósito no debe ser recaudar dinero, sino reducir las emisiones.
¿Las elecciones de 2016 harán alguna diferencia? El pronóstico de políticas a corto plazo es más difícil que el clima a largo plazo. Pero los costos ocultos del cambio climático -como el programa federal de alivio para desastres, los mayores precios de los seguros, diques más grandes y más- solo aumentarán. La mayoría de las advertencias de riesgo global para 2016 colocan a que gane Trump en la parte superior de sus listas. Pronto sabremos.
Por el contrario, pueden pasar años antes de que el público llegue a un veredicto sobre el calentamiento global, y para ese momento tal vez cosechemos tempestades.