La Casa Blanca, siempre plagada de luchas internas entre asesores, vive una nueva rivalidad: Jared Kushner —yerno y asesor de Donald Trump— y Steve Bannon, estratega jefe de la Casa Blanca que alimentó la retórica populista de la campaña presidencial.
Kushner y Bannon, quizá las dos voces con más influencia en el Ala Oeste, han chocado varias veces en las últimas semanas: sobre la estrategia para aprobar legislación sanitaria, las consecuencias de las trabadas restricciones de inmigración o, más recientemente, si Estados Unidos debía intervenir o no en la guerra civil siria.
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[OBJECT]Pese a la dosis de fanfarronería que caracteriza al presidente, el gobierno está mostrando los trapos sucios de sus luchas internas, al grado tal que el propio Trump se muestra cada vez más frustrado por las filtraciones que siguen saliendo de la Casa Blanca.
Cronología de un drama federal
Bannon es un conservador combativo, pero algunos creen que su papel está perdiendo importancia. Trump lo retiró esta semana del Consejo de Seguridad Nacional, echando atrás una polémica decisión anterior que daba acceso a Bannon a las reuniones de alto nivel.
Kushner ha asumido tareas cada vez más visibles, como liderar los esfuerzos para reformar el gobierno federal o viajar a Irak con el presidente del Estado Mayor. Está aliado con un grupo de colaboradores que se consideran fuerzas más moderadas, como el asesor económico Gary Cohn, ex presidente del banco de inversiones Goldman Sachs.
[Las tensiones entre Bannon y Kushner han crecido en las últimas semanas. (Foto: Reuters)]
La influencia de Cohn —con una fortuna que incluye un finiquito de 285 millones de dólares de Goldman, le ha valido el respeto de Trump— ha sido un detonante en las tensiones del Ala Oeste. Los aliados de Bannon han apodado a Cohn, Kushner y la viceasesora de Seguridad Nacional, Dina Powell, como los demócratas de la Casa Blanca, y los dos bandos han cruzado ataques en la prensa a través de declaraciones anónimas.
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El lado de Bannon acusa a Kushner y sus aliados de intentar moderar a Trump y apartarlo de algunas de sus promesas electorales populistas. Pero Bannon ha cargado con buena parte de la culpa por el fracaso de la reforma sanitaria —él quería forzar una votación para tomar nota de los republicanos que no apoyaban a Trump, una maniobra a la que se opuso Kushner— y las bloqueadas restricciones de inmigración.
La Casa Blanca enfrentó una gran prueba internacional esta semana, cuando el presidente ordenó un ataque de misiles contra una base aérea de Siria. Aunque una parte de los partidarios de Trump ha encontrado apoyo a la decisión en internet, otra ha guardado silencio, en un reflejo de lo que parecen ser puntos de vista discordantes en la Casa Blanca.
America First Policies, un grupo sin fines de lucro lleno de asesores cercanos a Kushner y la familia Trump, defendió el ataque como prueba de que "Estados Unidos vuelve a liderar". Sin embargo, Making America Great, otro grupo sin fines de lucro alineado con Bannon, evitó por completo tocar el tema de Siria.
Aunque en la Casa Blanca abundan los rumores sobre una reforma de personal, el gobierno de Trump rechaza las noticias sobre una inminente reestructuración.
Final de viernes: la reconciliación
El sábado, finalmente, Bannon y Kushner se reunieron y acordaron "enterrar el hacha" en lo que respecta a sus diferencias, en un intento por poner fin a las peleas internas que han opacado el mensaje de Donald Trump.
La reunión ocurrió el viernes a solicitud del jefe de gabinete de la Casa Blanca, Reince Priebus, quien pidió "parar con la intriga palaciega" y concentrarse en la agenda del presidente.
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