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Keiko, la hija de Fujimori, que quiere ser presidenta en el nombre del padre

Impenetrable y fría, ha reconstruido su imagen pública buscando transmitir nuevos valores en un intento de distanciarse de la imagen de autócrata de su padre.

De primera dama a los 19 años, Keiko Fujimori aspira a gobernar Perú, como lo hizo su padre, pese a la pesada carga que éste le dejó y que puede ser de nuevo un lastre en los comicios de este domingo.

La hija mayor del encarcelado ex presidente Alberto Fujimori se halla a las puertas, por segunda vez, de ganar unas elecciones que podrían convertirla en la primera mujer en gobernar Perú, aunque para ello debe atravesar un bosque de espinas.

Keiko carga con la herencia de su padre, quien en su gobierno (1990-2000) derrotó a la feroz guerrilla de Sendero Luminoso y a la hiperinflación que le dejó su antecesor Alan García. Pero ahora está preso y condenado a 25 años de cárcel como autor intelectual de dos matanzas con 25 víctimas y por corrupción.

Favorita en todos los sondeos e impulsada por el peso de su apellido —aún rinde réditos en las clases populares de Perú—, Keiko ha emprendido hace una década una cruzada destinada a lavar el honor de su familia, salpicada por una serie de escándalos de corrupción.

Impenetrable y fría, ha reconstruido su imagen pública buscando transmitir nuevos valores en un intento de distanciarse de la imagen de autócrata de su padre, quien el 5 de abril de 1992 dio un autogolpe con el que cerró el Congreso y tomó control de las instituciones del Estado reeligiéndose dos veces.

Para perpetuar la dinastía debió vencer resistencias dentro del fujimorismo, un complejo rompecabezas conservador donde confluyen empresarios, tecnócratas y cuadros de clase media que sueñan con que Perú recupere la senda de la seguridad ciudadana y perpetúe el crecimiento económico, cuya primera piedra le atribuyen al Alberto Fujimori de hace 25 años.

Keiko, que en japonés significa "hija bendita", ha pasado la mitad de su vida envuelta en política, a la que ingresó contra su voluntad, según confesó en una ocasión.

En 1994, a sus 19 años, la separación de sus padres la convirtió en primera dama. Todo en medio de un trauma familiar: Susana Higuchi, su madre, denunció a hermanos y familiares del entonces presidente por comercializar donaciones provenientes de Japón destinadas a personas pobres.

Aquella acusación le valió a su madre ser torturada en los servicios de inteligencia, según denunció ella misma ante el Congreso. Keiko permaneció seis años en el cargo y desde entonces enfrenta el pasivo y el activo de un gobierno al que una vez definió como "el mejor de la historia en Perú".

Sumido en un escándalo de corrupción, su padre renunció a la presidencia en noviembre de 2000 con un fax desde Japón. Ella optó por quedarse en Perú y enfrentó acusaciones por presuntos malos manejos de fondos públicos en el pago de sus estudios en EU. Salió limpia de ese episodio. En 2004 se casó con el italiano-estadunidense Mark Villanella y se reconcilió con su madre. Decidida a llevar una vida de hogar y negocios, en 2006 el destino familiar se cruzó otra vez. Un viaje de Tokio a Santiago de Chile acabó con su progenitor preso —por una orden de captura internacional— y con ella iniciando, otra vez por amor al padre, su carrera política como la congresista más votada de la elección ese año.

Madre de dos niñas, pugnó en 2011 por la presidencia con Ollanta Humala en segunda vuelta. Sugerir el indulto a su padre le costó la elección. La derrota le hizo comprender que debía desprenderse del perfil autoritario con el que se identifica al fujimorismo. Renovó el partido, lo llamó Fuerza Popular y puso de lado al ala dura sin romper con ellos.

"Me comprometo al respeto irrestricto del orden democrático y de los derechos humanos", dijo en un debate entre candidatos que se medirán en las urnas el domingo. Hoy está cerca de volver a Palacio de Gobierno, esta vez, como presidenta.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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