Internacional

Una cruz, un camino y una promesa: la redención de Gennaro Speria

Speria sobrevivió a la violencia de las calles de Milán, pero conoció al Papa Francisco de ahí su vida dio un giro de 360 grados.

Sus pasos son lentos, casi dolorosos, pero no piensa detenerse. Cada paso, cada herida en sus pies, cada lágrima que lucha por no dejar caer, lo acercan a una promesa que hizo hace seis años, en el momento más oscuro de su vida.

Gennaro Speria sobrevivió a la violencia de las calles de Milán. En su rostro, en sus tatuajes, en sus silencios, se puede leer una historia escrita a golpes, a adicciones, a noches sin futuro.

Pero hubo un instante —uno solo— que cambió todo: el día que, perdido en sus propios infiernos, el Papa Francisco le extendió la mano y le dio un saludo que para otros habría pasado desapercibido, pero que para Gennaro fue un llamado de Dios.

“Espero un día si lo vuelvo a ver, tiemblo…”, dice entre suspiros, cargando una cruz de madera de 40 kilos que no suelta ni para respirar.

Cuando supo que el Papa había muerto, no dudó. No preguntó, no pensó. Se puso en marcha, solo, con su fe al hombro, recorriendo más de 600 kilómetros bajo el sol, la lluvia y la indiferencia de los transeúntes.

“Esto lo hago por el Papa Francisco, porque él me ayudó… cuando estaba en drogas… estaba perdido. Gracias a él, logré salir”, cuenta con los ojos vidriosos, como quien todavía no termina de creer que pudo escapar de sí mismo.

Gennaro llegó a Roma. Exhausto. Tarde. Demasiado tarde para ver al hombre que lo había salvado.

La plaza de San Pedro se extendía frente a él como una promesa rota. No pudo entrar. No pudo decirle adiós.

“Tuve noches de insomnio… era un Papa único… decidí, en sacrificio, venir a pie desde Milán, para pedirle un buen descanso, para acompañarlo…”, susurra mientras acaricia la cruz firmada por Francisco, esa que ha sido su refugio, su espada, su testigo.

Ahora espera, recargado en una pared, buscando fuerzas en cada respiración. Sabe que pronto podrá entrar a Santa María la Mayor. Y cuando eso pase, promete ser el primero en cruzar la puerta, porque siente que le debe más que una oración: le debe la vida.

Gennaro relata que fue llamado de Dios cuando el Papa Francisco le extendió la mano.
Gennaroahora lídera un grupo llamado “Los chicos del Área 51” para llevar el mensaje de la esperanza. | Especial
“El Papa fue bueno… le dio todo a quien no tenía nada, sin restricción, con humildad…”.

Hoy, Gennaro ya no empuña armas. Hoy sus manos reparten comida junto a un grupo llamado “Los chicos del Área 51”. Entrega lo que un día le negaron: esperanza.

En su cara, las cicatrices hablan de un ayer brutal. En su cruz, la fe de un hombre que aprendió que la verdadera fuerza no está en la violencia, sino en cargar con amor el peso de la vida.

“Esta cruz representa mi ilusión… y espero que Dios lo esté mirando, porque sé que el Papa ya encontró un lugar donde no existe el dolor”, dice mientras se pierde entre la multitud.

Gennaro Speria. Un testigo viviente de que, incluso en el barro más profundo, una chispa de bondad puede encender toda una existencia.

CHZ

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