Sebastopol es una ciudad rusa", gritaba la jubilada Zinaida Lazereva, al lado de un grupo de señoras mayores que coreaban cantos guerreros de la época soviética en la plaza central de esta ciudad de Crimea.
"Aquí hablamos ruso, tenemos una mentalidad rusa y queremos estar en Rusia", dice Zinaida. A lo lejos, se podían observar los buques militares de la flota rusa del Mar Negro, amarrada en esta ciudad.
Ubicada en el suroeste de la península de Crimea, Sebastopol alberga la flota rusa del Mar Negro desde hace casi 250 años. Desde la destitución en la capital ucraniana Kiev del presidente prorruso Viktor Yanukóvich, la ciudad se ha convertido en uno de los mayores
focos de tensión en Crimea, un territorio de mayoría rusohablante.
En los últimos días, hombres armados, que según Kiev son prorrusos, tomaron el control de edificios oficiales en Sebastopol y rodearon las bases militares ucranianas en la península. El sábado, el Senado ruso autorizó una intervención militar en Ucrania.
"Los rusos no toman el poder, vienen aquí para salvarnos", dijo otra jubilada, Lidia Alexandrovna, luciendo los colores de Rusia en una placa colocada sobre su chamarra.
En la ciudad, mientras tanto, el ambiente es tranquilo. De un lado y de otro se ven pequeños grupos de gente platicando. También, en los edificios, las banderas rusas son mucho más numerosas que las propias ucranianas.
Influenciados tal vez por las
televisoras rusas, que regularmente presentan a los manifestantes de Kiev como "fascistas", muchos
de los habitantes de Sebastopol ven como una amenaza al nuevo poder ucraniano –que el 22 de febrero sustituyó al depuesto Yanukóvich, refugiado en Rusia –, liderado ahora por el primer ministro interino Arseni Yatsenyuk, quien es partidario de la Unión Europea.
"Esos terroristas quieren venir a destruir nuestros monumentos y la historia de nuestro combate contra el fascismo", afirmó un ex miembro de las fuerzas submarinas, Vasily Gradsky.
"Quieren venir a quemar nuestras casas, y han dicho que colgarán a la gente que hable ruso", añadió.
La preocupación por la lengua y la tradición cultural parece haber empujado a algunos a la acción.
Stanislav Nagorny, propietario de una tienda y ataviado con un pantalón militar impecablemente planchado, explicó que la semana pasada se propusieron unas cinco mil personas para engrosar el grupo de autodefensa que representa.
"Viendo la reaparición del nazismo en el oeste de Ucrania y su llegada ahora a Kiev, uno no puede quedarse en su casa", dice el habitante, aseverando que "nadie le paga por estar aquí".
En una plaza en el centro de la ciudad, decenas de cosacos (habitantes rusos) han venido desde la región vecina de Kuban, con uniformes diversos y sus gorros tradicionales.
"Siempre que nuestros hermanos rusos necesiten ayuda, vendremos a protegerlos", dice su comandante, Serguei Savotin. "Llegamos hace unos días, y nos quedaremos el tiempo que haga falta para trabajar con la policía y mantener el orden", añade el comandante, mientras algunos colegas suyos intercambian apretones de manos y bromas con las fuerzas del orden locales.
Aunque a muchos habitantes les gustaría que Crimea se anexe a Rusia, otros no creen necesario que se deba llegar tan lejos.
"No creo que terminemos uniéndonos a Rusia, pero sí que podríamos tener una mayor autonomía", comenta Dina Toporskaya, una joven instructora de surf de unos veinte años.
El mandatario soviético de origen ucraniano, Nikita Jruschov, decidió ceder la península de Crimea a la república soviética de Ucrania en 1954, decisión que Moscú considera un error histórico.
Desde la guerra de Crimea de 1853-56 (Rusia contra Gran Bretaña, Francia y Turquía) los rusos son mayoría en la región, habitada hoy por unos dos millones de personas.
Analistas afirman que el presidente ruso, Vladimir Putin siempre ha estado obsesionado con Ucrania y que si desaprovecha la ocasión de recuperar Crimea pasará a la historia como una oportunidad perdida para el Kremlin.