El Estadio Corona lució su mejor entrada desde que regresó el público a las tribunas en medio de la pandemia, aunque la afición no pudo celebrar el pase directo a la liguilla, lo cual recriminó a su equipo con el amargo empate ante un Puebla que logró su propósito.
Parece que a los laguneros les tienen tomada la medida, basta con encerrarse para complicarle la vida a los dirigidos por Guillermo Almada, que al final ya no supo si reír o llorar por lo mostrado en la cancha, y eso ya es motivo para preocuparse seriamente, pues la gente no olvida lo sucedido en la repesca anterior, cuando Pachuca los echó fácilmente con un 0-3 justo en esta cancha.
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Ni el regreso de Fernando Gorriarán y Diego Valdés ha cambiado al equipo, la sequía de goles se está prolongando y es cosa seria cuando se va a enfrentar un partido de eliminación directa.
El público llegó muy entusiasmado al Territorio Santos Modelo, se hizo sentir más en la tribuna, estuvo muy participativo, presionó al rival, al árbitro; se notó un ambiente más futbolero, un poco sordo por los gritos de la gente a través del cubrebocas.
Y Santos tenía que hacer su parte, pero eso no ocurrió. Se fue perdiendo conforme avanzó el partido, cuando no había por dónde penetrar y los centros no tenían el destino esperado. Puebla decidió encerrarse y ahí vino la preocupación de todos, porque es lo que hace sufrir al conjunto lagunero.
El cierre fue al filo de la butaca más porque se agitaba el tiempo, porque La Franja se quedó con uno menos y se escapaba la posibilidad de ir directo a la liguilla. Por eso con el silbatazo final llegó el reproche de la gente en la tribuna, con música de viento y eso causó rostros desencajados en jugadores de Santos.
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