Lo que prometía ser la expedición polar más audaz y posiblemente la más revolucionaria en una generación casi se frustra por una pila de troncos de Cumbria. “Estaré fuera por tres meses, así que trataba de ordenar con antelación el inventario de troncos de la casa”, dice Leo Houlding, con un pulgar vendado que se veía como si fuera algo que sale en una caricatura. “Cortaba leña y tenía un hacha súper afilada...unos 10 segundos antes pensé: ‘Si llegara a cortarme el pulgar, podría ser una manera realmente tonta de terminar con la expedición incluso antes de comenzar’”.
Hablábamos en la sala de miembros de la Royal Geographical Society. Una exposición de fotografías de la expedición transantártica de Shackleton de 1914-1917 llena el pasillo fuera del salón, imágenes familiares en blanco y negro de un barco atrapado entre el hielo brillante.
El objetivo de esa expedición fue lo que Shackleton llamó el “último gran viaje”, un cruce por tierra de todo el continente, entre las capas de hielo Ronne y Ross. Un siglo después, Houlding está a punto de partir rumbo al sur hacia la Antártida en un viaje que, si tiene éxito, podría ser reconocido como el primero en una nueva era de grandes viajes. “Es una exploración del siglo XXI”, dice, “al borde de lo imposible”.
Con solo dos colegas, también tratará de realizar un cruce continental, un objetivo aún preciado para los equipos modernos, pero en este caso solo es el medio para acceder al reto principal, la nunca escalada cara sur de Spectre, una cúspide de granito lisa en la que es la cordillera más remota del mundo. Algo clave será utilizar cometas (kites), similares a las utilizadas para el kitesurf, para permitir que el equipo pueda viajar grandes distancias de manera independiente y a gran velocidad.
La Antártida sigue siendo el último gran desierto de la Tierra, pero no es tan solitario como lo era antes. Durante los próximos tres meses, al menos 92 personas tratarán de esquiar hasta el polo o cruzar todo el continente.
Entre ellos estarán las Ice Maidens (Doncellas de hielo), seis mujeres del ejército británico que buscan ser el primer equipo femenino que cruza el continente. La noruega Astrid Furholt tratará de ser la primera mujer en repetir la ruta de 1911/12 de Roald Amundsen, comenzando en el borde norte de la plataforma de la Barrera de Hielo de Ross, donde Amundsen llegó a bordo del Fram, en lugar de hacerlo al borde de la tierra firme.
El atleta británico Ben Saunders tratará de realizar el primer cruce “en solitario, sin respaldo y sin asistencia”. Robert y Barney Swan intentarán un equipo doble, el primero de padre e hijo, para esquiar al polo, y el primero en usar solo energía renovable para cocinar y derretir el hielo.
El primer movimiento audaz de Houlding es prescindir de cualquier intento de apuntarse un récord en una de las rutas de referencia. “Ni siquiera vamos al Polo Sur”, dice. “Para ser honesto, sería mucho más fácil recaudar los fondos si hubiéramos hecho algo más reconocible, el pico más alto sin escalar en el continente. Pero para mí eso no es lo interesante, se trata más acerca de la forma, la estética y la dificultad. Cuando ves una fotografía del Spectre, lo entiendes. La verdad es que las cosas de gran valor se lograron en el siglo XX, ya no hay picos de 8,000 metros sin escalar, las grandes rutas polares ya se hicieron. En el siglo XXI las cosas tienen que ser un poco más creativas”.
Algo vital es que con los kites la expedición también puede transportar más equipo, 200 kg por persona, incluidos los 37 kg de equipo de escalada que les permitirán sortear un muro tan técnico como la cara sur del Spectre. La montaña se escaló una sola vez, desde el lado norte (mucho más directo), por el fallecido alpinista estadounidense Mugs Stump y su hermano geólogo, Edmund, ahora profesor en la Universidad Estatal de Arizona. Todavía es una de las pocas personas que ha podido ver de cerca el Spectre.
“Con su enfoque, Leo recorrerá 160 kilómetros de precipicios casi continuos y saldrá por Scott Glacier, pero cuando llegue a las montañas Gothic, acampará en uno de los lugares más tranquilos y hermosos del planeta”, me dijo Stump por medio de un correo electrónico. “El premio es el Spectre, la cúspide más dramática de todas las Montañas Transantárticas. Leo lo hará de la manera difícil, directamente hacia la casi vacía cara sur. El vello de mis brazos se eriza de solo pensarlo”.
La velocidad de movimiento, el tamaño del equipo y el compromiso que implica -realizar una escalada técnica sin red de apoyo, literalmente a miles de kilómetros del hospital más cercano- provoca comparaciones con el principal cambio en la escalada del Himalaya en la década de 1970, de las llamadas tácticas de “asedio” hacia intentarlo con un “estilo alpino”. Las expediciones de asedio utilizaron grandes equipos (la expedición de la Cara Suroeste del Everest, o Everest Southwest Face de Bonington de 1975, tenía más de 100 personas) para establecer campamentos cada vez más altos en la montaña, fijando cuerdas a medida que avanzaban.
El estilo alpino significaba equipos pequeños, que se movían rápido; llevaban todo su equipo y suministros, y no dejaban rastros. “La escalada estilo alpino es el concepto de superar el reto en lugar de dividirlo en partes manejables”, dice Houlding. “Y esta es una nueva escuela progresiva de hacer esto”.