LA RELOJERÍA ACTUAL
Hace algunas semanas, la firma Vacheron Constantin dio a conocer en sus cuarteles lo que muchos en el mundo relojero esperaban desde hace tiempo: el reloj más complicado del mundo. Como en otros ámbitos, la relojería evoluciona e innova. Esto se observó con el modelo la Referencia 57260, un reloj de bolsillo con 57 complicaciones que desafía todas las expectativas del arte relojero.
Muchos parecerán reticentes al escuchar las palabras arte y relojería juntas. Sin embargo, la alta relojería tiene varios argumentos para ser considerada un arte, pues usa técnicas de disciplinas como la escultura, la arquitectura, la pintura, además de nociones profundas de ingeniería, astronomía y matemáticas para fabricar una pieza. Para Carlos Alonso, director de la revista Tiempo de relojes, “la alta relojería es ante todo un arte, porque la mayoría del trabajo relojero no solo se hace a mano sino que es artístico y original”. Un reloj como la Referencia 57260, que ensambla dos mil 826 partes en un volumen no mayor al de un reloj despertador, podrá parecer arrogante e innecesario como un auto de Fórmula 1. La verdad es que es un laboratorio de experimentación y una prueba de la vigencia e importancia de la relojería en nuestro tiempo.
La leyenda “Swiss Made” se hizo famosa porque millones de personas la descubrieron en el cuadrante de un reloj. Estas palabras, en torno a la sexta hora de la carátula, refieren una historia de calidad y precisión. De manera que es normal que sea en Suiza y en especial Ginebra, la capital mundial de la relojería, donde se premien las mejores piezas. En una ceremonia tipo Óscar, un animador no neófito en el tema —los últimos años ha sido el escritor Frédéric Beigbeder— conduce esta peculiar premiación donde pese a los smokings y la alfombra roja, las estrellas no son de carne y hueso sino que tienen corazones de metal y rostros de zafiro.
LOS GANADORES 2015
Los premios de Ginebra consignan la evolución reciente en cuanto a la concepción relojera. Si bien en la primera edición del premio (2001) existían solo seis categorías (reloj para hombre, para dama, de joyería, de mesa, reloj con complicaciones y un premio local), la evolución y las búsquedas en los distintos laboratorios de las marcas han hecho que para 2015 las categorías se duplicaran.
En esta edición compitieron 72 de estos instrumentos en categorías tan dispares como Calendarios, Relojes con alarma y los llamados “Petite aiguille” —piezas cuyo precio no debe sobrepasar los ocho mil francos suizos (ocho mil 100 dólares). El premio máximo es la “Aiguille d’Or” (la manecilla de oro), que reconoce al mejor reloj globalmente hablando y que lo puede ganar cualquier reloj de cualquier categoría. Un jurado pluridisciplinario internacional de 26 expertos fue el encargado de designar el 29 octubre pasado a los mejores relojes del mundo.
Como en cualquier arte, aquí el gusto juega un papel capital en cuanto a las elecciones. Y en la cosecha 2015 hubo piezas que quitaban el aliento sin conocer siquiera los pormenores de sus mecanismos. La anhelada Manecilla de Oro la obtuvo la firma Greubel Forsey con el Tourbillon 24 Secondes Vision, un reloj de estilo clásico, como el Breguet que había ganado en 2014. El objetivo principal de Robert Greubel y Stephen Forsey era presentar esta pieza en una caja lo mas esbelta posible. Su solución fue alojar el Tourbillon en un domo de zafiro que sobresale en la parte posterior del reloj permitiendo que la luz inunde el mecanismo. La caja es de oro gris con un espesor de 13.65 mm. El puente del Tourbillon está pulido a mano y firmado por su realizador; incluso, las 288 partes del mecanismo están pulidas a mano. Cuerda manual, 72 horas de reserva, edición limitada a 22 ejemplares y un precio de 293 mil dólares para el Manecilla de Oro 2015.
Sin duda, la categoría de Relojes de Excepción Mecánica es la que más piezas conmovedoras presentó. Este año, el ganador fue la firma Jaquet Droz con The Charming Bird, un reloj que en realidad es la jaula de un autómata. Famosa por fabricar este tipo de piezas, la casa de La Chaux-de-Fonds concibió una minúscula y colorida ave sonora anidada en una caja de 47 mm. Mediante capilares de zafiro y pistones de carbón, el mecanismo bombea aire que reproduce el canto de un ave. En oro blanco o rosado, 28 piezas de cada metal fueron fabricadas y le fue asignado un precio de 415 mil dólares.
Sin duda, una marca a seguir es Voutilainen. Su creador, el finlandés Kari Voutilainen, vino del norte para competir con los maestros relojeros suizos. Este gran maestro contemporáneo, reputado por sus notables mecanismos, ganó por tercer año consecutivo un premio. La categoría Reloj para Hombre la obtuvo su Voutilainen GMR, hecho en oro blanco, cuerda manual, 60 horas de reserva y limitado a 12 ejemplares.
Es verdad que la relojería es un mundo eminentemente masculino. No obstante, los relojes para dama son toda una tradición. El Big Band Broderie de Hublot ganó la categoría de mejor Reloj para Dama en tanto que el Lady Compliquée Peacocq de Fabergé se llevó el premio de Alta Mecánica.
EL FACTOR PRECIO
Al observar el esplendor de estas piezas, uno no deja de pensar en sus precios, por lo regular son astronómicos. Por ello, llama la atención ver relojes de valor tan desigual compitiendo por el mismo reconocimiento. Por ejemplo, en los Deportivos, la marca Tudor compitió con un reloj para inmersión de cuatro mil 250 dólares contra un Audemars Piguet de 270 mil. El primero tolera inmersiones de 500 metros, el segundo solo de 100. Carlos Alonso, quien también es miembro del jurado en Ginebra, aclara al respecto que “son las marcas las que nominan los relojes que presentan para cada categoría. El valor es un factor más a tomar en cuenta, pero no el único. Sin embargo, cuando el valor técnico se cruza con el precio, el juicio puede cambiar”. Esta categoría, por cierto, la ganó Tudor con su reloj Pelagos. Caso similar en la categoría Petite Aiguille, donde el Félix de Habring2 ganó siendo el de menor precio.
Debido a que están hechos con metales preciosos e incluyen gemas, se podría pensar en la alta relojería como una buena inversión. La verdad es otra. “Solo algunas marcas y modelos se revalúan bien”, refiere Carlos Alonso. “Por ejemplo, el Patek Graves se pagó hace unos años a 11 millones de dólares en subasta y acaba de subastarse de nuevo a 24 millones. Pero es el caso más extremo”.
Donde el aspecto especulativo sí es viable es en los relojes de joyería, pues brillan más por los quilates que los adornan que por sus mecanismos. Esta edición vio al Diamond Punk de Audemars Piguet ser elegido como mejor Reloj de Joyería: un brazalete de Alta Joyería con un reloj de cuarzo. Lo cautivante de esta pieza no son solo los siete mil 848 diamantes engarzados en oro gris sino la manera como han sido dispuestos: en 56 facetas piramidales tomadas de la estética punk. Trescientos diamantes adicionales decoran la carátula, oculta por una sección deslizable del brazalete. Esta pieza sideral fue de las más caras en la noche de Ginebra: 710 mil dólares.
Ahora bien, el Premio del Público siempre será una medida muy apreciada por los participantes en este tipo de certámenes. En 2015 los amantes de la relojería se decantaron por el Tourbillon de tourbillons de Antoine Preziuso, una pieza barroca con tres tourbillones que entran en resonancia sobre una base giratoria. Espectacular logro de este relojero independiente y con 35 años de carrera, que fue doble galardonado pues obtuvo además el premio de la Innovación.
¿Y el reloj más complicado del mundo? Por supuesto que no podía pasar inadvertido: la Referencia 57260 recibió el Premio Especial del Jurado, una pieza que celebra además los 260 años de Vacheron Constantin.