Abrió la puerta y Argos trotó a su encuentro: su fiel compañero desde la infancia; alegre y brusco, abrazó su pierna. Ciro ingresó a la vivienda y afuera quedó el viejo pastor alemán, retozón pese a los achaques.
—Ya vine, Mam, qué haces—. Sentada frente al televisor, su madre volteó, hizo una mueca que quiso ser sonrisa. Hace tres años tuvo un derrame cerebral, lo superó con el mínimo de secuelas, entre ellas la más preocupante: la depresión, que a la vista ajena es ausencia, indiferencia... Con todo, Mam se levantó, recibió el beso de Ciro y éste, festivo, dijo:
—¿Recuerdas que mi cuate el Alce chambea en donde ven la cuestión legal de la tierra en la ciudad? Pues necesitan gente, me dijo: descuélgate y te apuntas para tu servicio social con una lanita de por medio; fui, Mam, y de volada puedo acreditar mi servicio social y titularme... ¿Te da gusto, Mam? ¡Ya tendré pa’ los pasajes; alégrate! —comentó Ciro, la abrazó y quiso bailar. Pero, lejana, ella musitó:
—Siéntate, te doy de cenar. Albóndigas y frijoles de la olla, quedaron buenas... Con tu hermano calienten tortillas y coman.
Teodosio, su hermano el taxista, abandonó el televisor y fue hasta Ciro, lo fintó con dos-tres golpes de boxeo. “Felicidades, bro... Porque stacabrown hallar chamba… Dicen en la tele que nomás 14.6 por ciento de la gente cubre de sus necesidades inmediatas p’arriba; que 102 millones de mecxican’s no tenemos pa’ adquirir lo mínimo: alimentación, vivienda, educación, transporte, salud, esparcimiento, cultura y acceso a servicios públicos*, quesque ¡pa’ tener vida plena y digna! No mamen, bro… ¡Tengan su-vida-plena-y-digna por el cicirisco!
—Pus ya se me hizo, carnal. Y dice la Ingeniera, que es mi jefa, que verá si hay chance de un puesto estable y con sueldo…
−Pus le besas entre los dedos de las patas si te cumple… Y te la llevas al cinco letras, bro, si se deja…
—Paso, está rete federal la Inge, aunque se viste en Trapos Elegantes, bro… Es la encargada de ver qué onda con la situación legal de los terruños en la ciudad. Y la neta es que si de chamba se trata, para solucionar esa bronca tenemos toda la vida… La gente necesita y se atrabanca y construye en cañadas, orillas de ríos, laderas, reservas ecológicas…
—Pus chilo, bro, porque la ruleteada anda de capa caída y olvídate de comer carne, leche, huevo y pan diario… ¿Con qué lana, wey, si todo está en las nubes? Es el retorno del dinosaurio con todo y sus viejas mañas. Mientras cotorreamos voltea las tortillas o se queman…
—A ti te toca: yo tengo formación uni-ver-si-ta-ria, wey…
***
El gusto no le duró mucho a Ciro… Dos meses después la Inge lo llamó a su oficina. Los compañeros lo embromaban, pues Ciro es un joven de no malos bigotes, según sus amigas… Una de ellas aceptó ser su novia y Ciro anda que no cabe en sí de alegría: se llaman una y otra vez, juntan lo que pueden y se escapan a la Cineteca…
La Inge le explicó que estaba muy a gusto con el grupo de jovencitos geógrafos, pero… “Uh, ese pero me huele mal, Inge”, adelantó Ciro. A cambio del servicio social obtuvo una beca: apenas el dinero elemental para los pasajes y medio comer, y desde muy temprano y en campo hacer levantamientos topográficos, identificar polígonos de pobreza, censar viviendas en zonas de alto riesgo… El servicio social era solo un disfraz para tener becarios y sin las prestaciones de ley.
***
Ciro abre la puerta de su casa; Argos dormita a medio patio. Teodosio no ha llegado y su madre descabeza un sueño frente al televisor. Huele a comida. Entreabre el refri; el resplandor interrumpe el sueño de la Mam…”Ya llegaste, m’hijo… ¿Encontraste qué cenar? Espera a tu hermano.” “Si Mam, ahorita que llegue nos atendemos, tú descansa”.
Los medicamentos contra la depresión hicieron de la Mam un desganado ser. Al inicio, cuando Ciro vio los efectos de los fármacos, una grande congoja le invadió, pues la mujer se había sobrepuesto al abandono de su marido, a las carencias, a la angustia para sacar a sus hijos adelante, pero no a la depre. Y ahora que Ciro casi se titula, su somnolienta indiferencia lo entristece.
Apenas llegó Teodosio se sentaron a la mesa.
—Uhm, esta rica la chopita —celebró Teodosio, levantó la mirada y advirtió tristeza en Ciro… —¿Y ora? ¿Te cambió por otro la chancluda de tu novia? Ciro tragó el amargo bocado, enrolló la tortilla, dio un lento mordisco…
“No mames… Estamos bien: lo que pasa es que ya no tengo chamba.” “Uh que la…” “Pus sí que la… Antes de la comida me habló la Inge y dijo: “Tengo tres noticias: una buena, una mala y una pésima…” “Y que te empiezas a zurrar de miedo, bróder.” “Pus sí, y fue muy amable. La mala, dijo, es que la plaza laboral considerada para ti se la dieron al sobrino de mi jefe; un holgazán bueno para nada, pero jerarquía mata talento. Por sus horas nalga, si viene, se llevará 13 mil pesos al mes”.
−Uta, pus qué poca… Te dije que te hubieras cogido a la Inge… La hormona es buena consejera y te quiere en la chamba por algo, no por burro de carga.
—No mames. La buena noticia, según ella, es que se abrió la posibilidad de otra plaza, una chingada plaza de 2 mil 500 pesotes…
—Al mes ya son 10 mil varucos… No suena tan pior.
—¡Brincos dieras! ¡2 mil 500 pesotes men-sua-les, wey! Una puta burla. Apenas le pude decir a la Inge: ¿en serio esos sueldos existen? Reí de putos nervios y coraje.
—¿Y la mierda que gano como taxista… Y la cuenta p’al dueño es cada vez más pesada.
—Me chingo 12 horas diarias, carnal, ¡12!, y como gente de servicio social. Pensé que tendría trabajo; cuando menos una temporada. Cómo quieren que uno trabaje así, con los riesgos en la calle, en el Metro, el barrio… Más fácil ir de halcón del narco al norte, o secuestrar migrantes del sur…. ¿Para eso estudiaste 18 años, malcomiendo tortas de tamal y atoles de arroz para aguantar todo el día?
Teodosio guardó silencio; luego, quiso aligerar el momento amargo:
—¡Te digo que te la cojas a la Inge, bro! Te digo que te la cojas…
—No sabes cómo me siento, pinche carnal… Estoy… estoy triste. Es difícil digerirlo. Para cumplir mi titulación debo prestar el servicio social. Y lo mandé a laverno. Me voy a meter de halcón, me cae que sí… —dijo Ciro y volteó a ver a su madre, alelada por los medicamentos… —Al fin que la jefa ni cuenta se da, ni sabrá si me titulé o no…
—No mames, wey… No digas pendejadas, wey… Tú síguele, we —dijo Teodosio, se levantó y abrazó a su hermano.
La luz azul del televisor encendido iluminó ese abrazo. De improviso se pararon y actuaron para una invisible cámara:
—¿Y qué dijeron? Este par de putetes ya valió… ¡Tengan su-vida-plena-y-digna por el cicirisco! Se las vamos a cobrar todas, cuyeyos…
*Escritor. Cronista de Neza.