Todo lo que el poderoso huracán Otis destruyó, hoy es el valioso material con el que habitantes de la colonia Progreso, en Acapulco, Guerrero, levantaron decenas de barricadas a lo largo y ancho de sus calles, para evitar que el huracán de la descomposición social se lleve todo lo que les queda.

Techos de lámina, tinacos, estructuras metálicas y montañas de cascajo, son las trincheras con la que buscan, con machete hermano, protegerse de la criminalidad.
Israel Salazar, maestro de profesión, dice que hace tres días una vecina sufrió un atraco con violencia dentro su casa. Además de llevarse todo, fue golpeada junto a sus hijas.
Días antes ya habían sufrido el robo de gasolina y autopartes por eso decidieron organizar su propia autodefensa.
“Desgraciadamente uno se tiene que cuidar y tiene que cuidar a su familia y con machete en mano. No queda de otra”, explicó.

El sujeto al que se le ocurrió, hace dos días, intentar robar la batería de un auto en la zona, fue castigado con los puños de la impotencia de estos guerrerenses desesperados.
“Lo hicimos para que nos vean, que le digan a la demás gente y no se atrevan, no tengan la osadía de venir y hacer esto porque les pasará lo que le pasó al tipo aquel “aseguró.
Las jornadas de vigilancia tras las barricadas empiezan a las 23:00 horas… Se divide en tres turnos y de la misma manera participan hombres que mujeres y hasta adultos mayores, como don Silverio Valle, un hombre de 70 años de edad quien dice estar dispuesto a proteger lo suyo y a los suyos.
“Es para proteger lo que tenemos, que ya no tenemos nada, ¿verdad? Pero más para proteger a los niños, a las mujeres, a todos”, dijo.
El caer de la noche desnuda la cruda realidad de las colonias populares en Acapulco, Guerrero.
Apocalíptico
El miedo a la rapiña ha convertido sus apocalípticas calles oscuras en campos de cultivo perfecto para robarle a la gente lo poco que les queda, incluso su tranquilidad.
Jonathan Cervantes un joven de 20 años de edad dice que organizarse para “autodefenderse” no ha sido por gusto; argumenta que han sido obligados por la ausencia de la acción policial “por eso estamos cartas en el asunto con nuestras propias manos, dijo

La ola de desabasto y falta de insumos en Acapulco trajo consigo un huracán social.
Los acapulqueños se acabaron todo lo que había en los centros comerciales y la gasolina de la gran mayoría de las sucursales que lograron quedar en pie. En las calles ahora se pelean por una despensa o por una botella con agua.
Mientras que otros, más desesperados o quizá no, prefiere esconderse bajo el manto de una ciudad que todavía se mantiene en penumbras, por falta de electricidad, para robar lo poco que les quedó a los demás.

MO