Angélica es la más joven del grupo y de las 20 familias que viven en el Ejido 4 de Marzo, en Parras de la Fuente. Apenas tiene 24 años, está casada y tiene un niño de seis.
Aunque es muy reservada coincide en que las mujeres deberían tener alguna oportunidad laboral para apoyar a sus familias. María Guadalupe, su amiga, comentó que su hijo pronto cumplirá los ocho y que ella no tiene mucho tiempo en el ejido.
Dejan ejido para ir a otras ciudades
No así Maricela Izquierdo Martínez, quien ya tiene 27 años en la comunidad. “Mis hijos aquí nacieron y ya nomás crecieron y se fueron para Monterrey, y ahorita solo me queda un niño de once años y aquí estamos y no queda más que echarle ganas porque vivimos muy en el desierto, los muchachos para ir a la prepa van al ejido San Isidro que está a 15 kilómetros, se iban todos los días hasta que acabaron su estudio y se fueron. El más chiquito va a hacer lo mismo porque futuro para nuestros hijos no hay. Nomás crecen y vuelan”.
Maricela dijo que lo entiende porque su esposo y los esposos de sus vecinas sufren mucho, se les acaba la vida oliendo los vapores de los químicos donde cocinan la candelilla.

Es en la noche cuando sufren de intensos dolores y la mirada a algunos se les va apagando con el tiempo.
“A ver qué pasa más adelante porque estamos con que nos vamos y no nos vamos y ahí estamos. Siempre vienen los candidatos y siempre hemos pedido pero nomás dicen que sí pero nomás pasa el tiempo y se olvidan de nosotros. Nosotras como mujeres del ejido 4 de Marzo necesitaríamos trabajo para mujeres porque somos trabajadoras y luchonas y sí nos gustaría que hubiera trabajo pagado; si hubiera un trabajito, igual que nuestros esposos, lo tomaríamos para salir adelante, porque de que está canijo aquí, sí está canijo, por no decir otra cosa”.
EGO