Las tradicionales gorditas de cocedor de la comunidad de Juan Eugenio, en Torreón, han encontrado un nuevo hogar en el Puerto Noas, donde visitantes pueden no solo degustarlas recién salidas del horno de barro, sino también observar de cerca su proceso artesanal de preparación, con más de 100 años de historia en la región.
El horno, construido especialmente en una de las zonas del complejo turístico, está hecho con una base de cuatro metros cuadrados y recubierto con bloques de adobe elaborados con tierra y estiércol de caballo, técnica tradicional que permite conservar el calor necesario para la cocción.

Detrás de esta experiencia gastronómica está don Ruperto Pérez, conocido como “Tavo”, quien desde hace 25 años elabora estas gorditas junto a su familia. Lo que comenzó con el apoyo de su madre, esposa y suegra, hoy es una herencia que comparte con sus hijas, a quienes ha podido apoyar en sus estudios profesionales gracias a esta actividad.
“Aquí en la región lagunera, las gorditas de cocedor son de los platillos más representativos. En Juan Eugenio es una tradición que seguimos muchas familias. A mí me ha permitido sacar adelante a mis hijas”, comparte con orgullo don Tavo.
Las gorditas se elaboran con masa de maíz molido con sal y se rellenan con distintos guisos: frijoles, queso, rajas, chicharrón, choriqueso o requesón. Cada relleno se distingue con pequeñas marcas en la masa para identificarlo antes de cocerse.
El proceso comienza encendiendo leña dentro del horno por aproximadamente una hora. Una vez convertida en brasas, estas se retiran para dejar solo el calor, ideal para cocer las gorditas. Posteriormente, el mismo horno se aprovecha para hornear pan ranchero como semitas y conchas de azúcar.
Durante la cocción, don Ruperto revisa constantemente la cocción de las gorditas que acomoda en cerca de 30 carteras metálicas, cada una con capacidad para nueve piezas. Una vez que adquieren el característico tono rojizo, son retiradas con una pala y colocadas en charolas listas para servirse.
El Puerto Noas se ha convertido así en un punto de encuentro entre tradición y turismo, donde las personas pueden conocer de cerca este proceso culinario propio de las comunidades rurales de la Comarca Lagunera, desde la elaboración de la masa hasta el momento de probar una gordita recién salida del horno.
Además, la familia Pérez también lleva esta tradición al Paseo Morelos, donde los domingos por la mañana ofrecen sus productos acompañados de otro horno de barro, preservando así una herencia culinaria que ha resistido el paso del tiempo y se adapta a nuevos espacios de convivencia.
edaa