Alejandro Pacheco no corre solo, sus ojos se lo impiden… su corazón va bien abierto. A su lado, Rafael Báñales, su guía, sus ojos, su compañero de ruta. Juntos completaron el Medio Maratón de la Ciudad de México con una sincronía que no se ensaya: se construye con confianza, pasión y entrega.
"Pues se siente padre, ¿verdad? Toda la ruta hay mucha gente, entonces es algo padre y sí, claro, que nos motiva… esos gritos, esas porras, pues te da el extra", cuenta Alejandro, con esa calma del que ya ha recorrido más que calles: batallas internas.
No es su primer medio maratón, pero sí uno de los más disfrutables. "No lo sufrí tanto… la sentí cómoda, la sentí a gusto". El clima ayudó, sí, pero eso fue lo de menos. Lo importante estaba en la cuerda que los une y en la complicidad que no necesita más que una palabra, un gesto, un ritmo.
Rafael, que años atrás corría en la categoría élite, ahora vive una nueva etapa que lo tiene —literalmente— atado a otra vida. “Yo antes competía… ahora sigo en esto de una manera distinta. Me atrevo a decir que lo disfruté más así. Muchos piensan que es más fácil, pero es el doble de difícil y tiene el mismo mérito,” sentencia sin adornos. Y no lo dice cualquiera: lo dice un atleta con 20 años en el mundo del atletismo, cinco como entrenador, y apenas cuatro meses como guía de Alejandro.
El recorrido del Medio Maratón CdMx 2025 arrancó en la Torre del Caballito sobre Paseo de la Reforma. Los participantes con capacidades especiales, dieron inicio a su competencia
— La Afición (@laaficion) July 13, 2025
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¿Y qué lo mueve?
"La pasión… y ver que la gente cumple sus objetivos. Ahora, trabajando con Alex, sus triunfos se convierten en los míos. Hago de sus metas, mis metas".
El atletismo suele verse como un deporte individual. Pero correr en dupla lo transforma todo. Donde antes había introspección, ahora hay una vida en tus manos.
"Yo digo que el mayor crédito es suyo, pero si yo me equivoco, él falla. Es una responsabilidad enorme", reconoce Rafael con la seriedad de quien sabe lo que está en juego: no una medalla, sino la integridad de alguien más.
Imaginen el kilómetro 14. Las piernas duelen. El aire escasea. La mente titubea. Y aún así, el guía tiene que estar más despierto que nunca.
"Sí hablamos. Yo tengo que estar pendiente de baches, topes, hoyos en la ruta… si yo olvido un tope, él tropieza. Puede lastimarse, perder la carrera o algo peor. Yo debo ir más sobrado para poder cuidarlo, preguntarle cómo va, y avisarle de todo".
Rafael no sólo corre. Anticipa. Detecta. Protege. Y en medio de la fatiga, aún tiene que recordar que esa cuerda no es solo un lazo físico, sino una línea de vida.
Porque cuando uno no puede ver, corre con el alma. Y cuando el otro presta sus ojos, corre con el corazón. Así se vivió el Medio Maratón CDMX para Alejandro y Rafael.
Y así se escribe una historia donde la verdadera victoria no es llegar… Es llegar juntos.
RGS
