Intentaron un beso de tres. Él, ella y él. Santiago, Liliana y Fede. 27, 29 y 36, respectivamente. La idea surgió en el agua. Los tres encima de una trajinera. Otoño. Sábado por la tarde en Xochimilco. Jocoque, pan y vino.
Santiago dijo: “Solo le veo una solución…”.
Liliana y Santiago fueron novios dos años. Santiago le pidió a Liliana tiempo para tener una aventura con Fede, y Fede engañó a Santiago con Liliana, a quien Santiago nunca dejó de extrañar.
“¿…Por qué no intentamos vivir juntos, como una pareja de tres?”.
Se instalaron en una cabaña de madera sin cortinas, entre árboles y cabras, en el pueblo de Santo Tomás (calle Acueducto) y comenzaron su experimento de poliamor en lo más alto del Ajusco. Invierno. Año Nuevo. 2017. Extensiones interminables de montes y plantas. La hierba y las ventanas congeladas por las mañanas.
De la música surgió la belleza. Miles Davis y Monocordio. Sonidos abiertos hacia la improvisación que les permitieron —durante dos semanas— sentir la mística alegría de un triple deseo en donde cada alma —él, ella y él— buscaba el infinito a través de complejos nudos amatorios de seis piernas, tres ombligos y 60 dedos.
Santiago, Liliana y Fede… No calcularon sus oportunidades. Y los problemas surgieron en la mesa. Finales de enero. El frío los tenía ariscos. Queso, plátano, arroz y huevo. Una comida silenciosa. El café animó los ataques.
Santiago a Fede: “Ya vas a cumplir 37…”.
Fede a Santiago: “Chinga tu madre”.
Santiago a Fede: “Oh, pero aún te ves joven Santi …”.
Liliana a nadie: “¡Extraño la ciudad!”.
El universo de lo cotidiano se volvió opresivo. Platos sucios, puertas rotas y toallas en el piso. Falta de agua, cajones en desorden y ausencia de flores. Miradas sin brillo y conversaciones quebradas. Vacío.
Principios de febrero. Noche sin luz eléctrica. Dos velas en el cuarto. El horror surgió en la cama.
Santiago a Fede: “Dices que aún me VEO joven… ¿insinúas que no lo soy, que me falta… vigor?”.
Fede a Santiago: “Insinúo que eres un pobre chavorruco inseguro”.
Liliana a los dos: “Ya no los soporto”.
Y ella salió del cuarto para dormir en la sala. Y Santiago salió de la casa para caminar por el Bosque. Y Fede escribió una carta trágica en la que comparó su corazón con un nido de ratas.
Después sobrevino el cansancio. Regresaron del pasado traiciones y mentiras. Desapareció el deseo. La destrucción arrasó con los besos. Los tres quedaron tristes y asustados, ansiosos de soledad, con el corazón enterrado en la repulsión y la desconfianza.
El 11 de febrero Santiago dejó la cabaña temprano y por la tarde se fue Liliana. Despedidas rápidas y hostiles. Sin escenas ni explicaciones. Silenciosas y lejanas.
Fede aún vive ahí. Quiere terminar el mes aislado en lo más alto del Ajusco… mientras decide qué hacer.
Mandó fumigar y cambió la cama de lugar.