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'Serpiente emplumada y otros festejos', un homenaje a la belleza del quetzal

El artista mexicano-estadunidense Eduardo Sarabia presenta en esta instalación una colección de taxidermia, que reúne unas 300 aves en peligro de extinción

La belleza del plumaje del quetzal y la pérdida de cultura hacia la naturaleza, presentada con cierto humor, componen la instalación del artista Eduardo Sarabia (Los Ángeles, 1976), denominada Serpiente emplumada y otros festejos.

El Museo Tamayo es el recinto encargado de mostrar esta obra del autor mexicano-estadunidense y que se presenta dentro de una serie de exhibiciones de distintos artistas internacionales.

El creador se inspira en los brillantes colores, la belleza estética y la capacidad inherente de las plumas del ave más sagrada de los aztecas: el quetzal.

La exhibición también es un montaje sugerente en torno a una colección de taxidermia, que reúne a unas 300 aves en peligro de extinción, entre las que, además del quetzalli, se encuentra el cotinga azul, el cuco ardilla y la espátula rosada, cuyas plumas sirvieron para confeccionar el penacho de Moctezuma.

Con esto, Eduardo Sarabia plantea un homenaje al arte plumario, con base en sus investigaciones sobre Quetzalcóatl, una de las principales deidades de la cultura mesoamericana.

Además se incluyen 16 dibujos que representan a la ceiba, árbol sagrado para las culturas prehispánicas, comúnmente sembrado en las plazas de sus ciudades.

Dicho árbol, enmarcado con distintos motivos a lo largo de la exhibición, ilustra la danza de personajes espirituales, deidades enmascaradas, referentes de partidos políticos y diversos objetos que manifiestan nuevas mitologías y rituales en torno a la guarida del quetzal.

Una constante en la obra de Sarabia es su interés por la relación entre sus raíces culturales y su identidad estadunidense, el cual se refleja en escenas complejas en las que la luz, el romanticismo, el humor y un sentido de lo absurdo son sus distintivos, mismos que adopta mediante un proceso de investigación y diversos viajes por comunidades donde recopila historias y mitologías.

Con esto, el artista no sólo hace referencia a una frontera física, sino al límite que existe entre la identidad de una persona familiarizada, pero a la vez distante, de su patrimonio cultural.

Eduardo Sarabia es reconocido también por la serie de vasijas estilo talavera que elabora, en las que, en lugar de flores y tradicionales formas geométricas, plasma figuras de plantas mexicanas y hace referencia a la narcocultura, al dibujar plantas de mariguana, armas, cráneos, mujeres al estilo pin-up, botellas de licor, cajetillas de cigarros y animales representativos como el gallo, la cabra y el loro.

Las esculturas, pinturas, instalaciones y cerámicas del creador hacen referencias a la cultura mexicana, tanto tradicional como contemporánea, de igual forma, elimina los clichés y las etiquetas que nacen en los tiempos de arduo contacto cultural.

“Desde que tengo memoria he concientizado mi deidad entre mexicano y estadunidense. Cuando vivía en Estados Unidos siempre me sentí mexicano, y acá (en México) me siento como estadunidense. Son tantas las diferencias, que siempre he tenido muy latente el sentimiento de pertenecer a ambos”, dice el artista, hijo de padres migrantes en Estados Unidos. Vivió esa dualidad desde niño, la cual continuó incluso después de establecerse en Guadalajara en 2003.

¿De dónde viene ese peculiar humor negro relacionado con tu obra?

El humor ha sido una buena herramienta de comunicación en mi trabajo. Al tratar con temas sociales, políticos y relacionados con la cultura del narcotráfico, sucede que son nociones pesadas y difíciles de aceptar o asimilar. He notado que si hago un balance entre el humor y la seriedad, funciona para que las personas piensen más en los conceptos y que no reparen tanto en lo violento del tema o en la provocación […] Es una manera de atravesar barreras y generar una reflexión sobre esos contenidos e ideas.


¿Qué es lo que más admiras del quetzal?

Me gustan mucho su forma y los colores, son aves demasiado llamativas por su peculiaridad y rareza. Cuando vi uno por primera vez me quedé pasmado. Ver de cerca esas aves te hace ser consciente de la importancia que han tenido en la historia de las culturas prehispánicas. De verdad entiendes por qué eran sagrados, y esa sensación de estar presenciando algo imponente es increíble.


¿Cómo describirías el misticismo de esta ave con relación a la ambición de los mexicanos y la pérdida de creencias y rituales sagrados?

Eso es exactamente de lo que trata Serpiente emplumada y otros festejos, de la pérdida de cultura hacia la naturaleza, lo cual sucede desde hace casi 500 años. Aunque hoy día exista un nuevo pensamiento hacia la ecología y la conservación, no hay un esfuerzo real y colectivo para renovar o generar una conciencia de recuperación de creencias de respeto hacia la tierra y la naturaleza.

¿Cómo surge tu interés por la cultura prehispánica?

Como mi trabajo es muy narrativo, me gusta leer mucho sobre historias y culturas antiguas del mundo, y hacer comparaciones entre los mitos.

“Podría decirse que mi interés empezó hace como 10 años, cuando estaba trabajando con cerámica. Surgió la conexión entre lo tradicional o lo antiguo, con lo contemporáneo. En mi proceso creativo realmente nunca estoy seguro de que los temas con los que trabajo sean los que permanezcan siempre. Por eso es difícil para mí establecer fechas, ya que las ideas se van repitiendo o aparecen unas nuevas que se adaptan a los conceptos”.

¿Puedes compartir alguna experiencia que consideres importante o enriquecedora?

Hace poco perdí un vuelo a Houston y en la sala de espera conocí a una señora que vino a Guadalajara al Congreso Internacional de Astronáutica. Me comentó que una de las conferencias importantes fue sobre una convocatoria que hizo Google, en la que dos empresas compiten por construir un robot que pueda hacer investigaciones en la Luna sobre gases y combustibles que puedan ser usados en la Tierra.

“Me dijo que venía en representación de la Organización de las Primeras Naciones, la cual está conformada por las cinco tribus más importantes de indígenas americanos. La finalidad de su viaje era cuestionar a científicos y empresarios de la industria astronáutica, sobre qué tan pertinentes eran esas exploraciones en ese satélite; si en la actualidad tomamos en cuenta las creencias y tradiciones tribales donde la Luna toma un lugar importante en relación con la Tierra. Es decir, ¿por qué si ya hicimos perforaciones y excavaciones en el planeta, tendremos que hacerlas en otro lado? Y si las hacemos, ¿han considerado cómo eso pueda generar cambios climáticos?

“Platicamos horas, yo estaba fascinado preguntándole sobre las tribus americanas. Después le hablé de lo que yo hacía y de la exposición en el Museo Tamayo.

“Me quedé con muy buen sabor de boca. Fue como recargar baterías. Me gustó la coincidencia, la conexión de los temas y la relación entre las dos historias. Al final, la conciencia permea en todo el mundo, y actualmente preocuparnos por la naturaleza y su conservación es un tema importante y coyuntural”, señala.

Eduardo Sarabia se graduó del Otis College of Art and Design en Los Ángeles, California. Ha expuesto su trabajo en Los Ángeles County Museum of Art, el Santa Monica Museum of Art, el Museum of Fine Arts, Boston, en la Segunda Bienal de Moscú, en el Whitney Museum of American Art, en la Bienal de Estambul, en la L.A. Louver Gallery, en el New Museum, en la 51 Bienal de Venecia, en el Denver Art Museum, en el Tokyo Wonder Site, y en el 404 Arte Contemporánea en Nápoles.

Ha creado múltiples proyectos públicos e intervenciones en espacios como el New York Museum en Nueva York, Art Public, en Art Basel en Miami Beach y en el United Nations Plaza en Berlín Alemania.

Para 2017 estará en Zona Maco en la Galería José García en la Ciudad de México. De igual forma, trabaja en un largometraje de ficción sobre sus proyectos artísticos, y será presentado en el The Mistake Room (Los Ángeles).

Serpiente emplumada… permanecerá hasta el 13 de noviembre de 2016 en la sala 5 del Museo Tamayo, en Paseo de la Reforma 51, Bosque de Chapultepec, Ciudad de México.

Para más información, así como el programa al público, consultar la página del recinto www.museotamayo.org

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