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Ralf Brueck y el arte de la distorsión fotográfica

La técnica digital utilizada por este alemán crea nuevos contextos de la realidad, al tiempo que da a las imágenes un toque de ciencia ficción

Su casa es blanca, su estudio es blanco, su sofá es blanco... Solo rompen el esquema del blanco el lila cristalino de un pequeño florero, rosadas orquídeas al fondo, la pequeña escultura de un rinoceronte gris, un frondoso follaje en maceta, el amarillo natural de la duela y el lomo de cientos de libros sobre teoría fotográfica. Imágenes de gran formato penden de las paredes. En ellas, los edificios se elevan, los árboles se alargan inmensamente, los elementos aéreos descienden hasta casi tocar el suelo, la luz se difumina, las columnas de iglesias llegan a ser tan delgadas y altas como interminables bambúes. Aquí la distorsión del paisaje citadino parece haber alcanzado una velocidad supersónica, cuyo movimiento, paradójicamente, da la impresión de haberse congelado.

Este es la casa donde habita Ralf Brueck. Tiene 47 años y nació en Pempelfort, distrito de la ciudad alemana de Düsseldorf. Estudió en la Academia de Arte de su ciudad de 1996 a 2003. Allí tuvo como maestros a los representantes de la denominada Nueva Escuela de la fotografía alemana, surgida a finales de la década de 1980: Bernd e Illa Becher (conocidos por sus imágenes de edificios industriales), Andreas Gursky (famoso por sus fotos en color procesadas digitalmente), Thomas Struth (especializado en hacer imágenes de gran formato de museos), Candida Höfer (una de las representantes de la Academia de Düsseldorf) y Thomas Ruff (el primero en hacer retoques digitales antes que los laboratorios). De ellos Brueck aprendió la importancia de preservar la propia actitud en el trabajo artístico, de permanecer fiel a sí mismo.

Al mirar sus imágenes se llega a la conclusión de que el arte fotográfico requería una renovación, unos ojos con una intención y capacidad distintas de ver, capturar y presentar la realidad. Diversas reseñas sobre su trabajo coinciden en que con Ralf Brueck la fotografía se ha renovado, y destacan que sus “pinceladas digitales” siguen una dirección completamente distinta a la de la fotografía alemana de los últimos 20 años

La otra realidad

Distorsión, deconstrucción, transformación, cápsulas del tiempo, así define Brueck su técnica, lograda mediante programas digitales de edición de imágenes. Pero el artista no deja nada al azar, sus pasos están pensados y planeados: toma la foto, después la disecciona, la manipula digitalmente y la reorganiza. Trabaja con negativos de 5x4 pulgadas, deconstruye los motivos captados para, al final, entregarnos otra realidad.

“He escuchado de varias fuentes que mis fotos tienen un toque de ciencia ficción. Simplemente digo que deseaba emprender algo nuevo, radicalmente diferente de lo que había hecho. Crecí en la era digital. Mi primera computadora la compré cuando tenía 14 años y desde entonces me ha fascinado la complejidad de la programación y las estructuras digitales; de modo que usar esas herramientas es tan normal para mí como para un pintor utilizar un pincel”, dice el artista en el video promocional de su reciente exposición, exhibida este verano en el centro cultural NRW-Forum de Düsseldorf. La muestra reunió fotografías de las series DAF (Deutsch Amerikanische Freundschaft /Amistad Germano-Estadunidense), Distortion y Dekonstruktion.

Con las imágenes de la serie DAF, Brueck responde con un rotundo “sí” a la pregunta sobre la posibilidad de contribuir aún con algo “realmente significativo” a la aportación artística de sus colegas de la Academia de Düsseldorf y de sus admirados William Eggleston y Stephen Shore, ambos estadunidenses, maestros de la tendencia denominada Nueva Fotografía en Color.

“Al principio mi técnica fue más una experimentación, pero con el tiempo se volvió más conceptual; es decir, mis fotos raramente muestran la totalidad de una situación, más bien es la individualidad, a veces pequeños aspectos o detalles, lo que capta mi atención. Al aislar objetos particulares de todo el contexto, se crea un diálogo nuevo, dinámico, no solo entre las imágenes en sí mismas, sino entre las imágenes y quienes las observan. Antes de viajar a una locación, examino cuidadosamente el lugar y siempre busco los elementos, pero a veces son los elementos los que me encuentran”.

Brueck utiliza una cámara analógica de gran formato (Hasselblad) montada sobre un tripié y para disparar cubre su cabeza con una tela negra. “La razón es que necesito negativos grandes, debido a que la resolución de los megapixeles debe ser muy alta. Empiezo a trabajar con una imagen analógica que escaneo, la proceso luego en la computadora y a continuación utilizo varias herramientas de Photoshop. Como hacen los pintores, aumento o disminuyo la intensidad de los colores hasta obtener las tonalidades deseadas”.

Aunque ha seguido los pasos de Eggleston y Shore, son los pintores y dibujantes Lucian Freud, Raymond Pettibon y Jonathan Meese, quienes realmente lo han influido. No sorprende que las obras de su serie Dekonstruktion tengan un toque pintoresco. Brueck “pinta” lo que antes era una reproducción de la realidad. “Lo que surge es una imagen que nunca será la fotografía tomada”, advierte.

El comienzo de la distorsión

En algún momento de su vida, Brueck sucumbió a las imágenes paisajistas de los fotógrafos del oeste estadunidense, al horizonte sin fin, el cielo infinito, los contados señalamientos carreteros y la escasa arquitectura que con todo el poder se yergue ante la gran nada. Capta las imágenes del terreno, de una estación de gasolina se mueve a un campo de maíz, a un autocinema cubierto por un cielo tormentoso y a una carretera que corre en dirección del horizonte a lo largo de un camino en espiral. Durante meses anduvo a campo traviesa, viajó en auto, a pie y en transporte público, retrató cocheras en algún lugar de Montana y una estación de autobús recién pintada en algún punto del desierto de Arizona. De esos muchos recorridos surgió la serie sobre la amistad entre Alemania y Estados Unidos, DAF, a la que pertenecen las imágenes intituladas RS66, Paris y Sign4, entre muchas otras.

Brueck se llevó consigo las fotos, empezó a trabajarlas y en 2009 “algo” sucedió. Al principio, esas imágenes le hicieron pensar que se trataba de un accidente: cientos de rayas aparecieron ante su mirada, como si un programa informático tuviera problemas con el procesamiento de datos. Los fotógrafos alemanes suelen llamarle Pixelmüll (basura pixelada). Las imágenes parecían disolverse en pequeños lugares y los puntos de tinta corrían por la pantalla como una cascada de colores brillantes. Rápidamente se percató de que eso sería parte de su intención artística.

“Elegí el nombre de Amistad Germano-Estadounidense (DAF) porque ahí me enfrenté a la fotografía estadunidense. Tengo la sensación de haber tenido mucha más libertad para realizar mi trabajo de la que tuve en la academia de Düsseldorf. Además, viajé a Estados Unidos para fotografiar de una manera distinta de la que ellos mismos lo hacían”.

Según explica Brueck, un rechazo interior a la “imagen bonita” lo llevó a distorsionar los motivos fotográficos, lo cual no quiere decir que estas “distorsiones”, como él las llama, estén exentas de seguir normas estéticas. Algunas de sus intervenciones son muy discretas, están casi ocultas, como detenidas a la vista: cuando aparece la lluvia, pero las gotas no tocan la tierra. En otra imagen, detrás de un bosque, se desarrolla un colorido resplandor con franjas de luz que al atardecer se cuelan por la ventana de una iglesia gótica. Lo sublime y la fotografía digital se dan la mano.

“Quiero extender los límites del concepto de la fotografía. Diría que el ADN de la fotografía prácticamente ha cambiado; me gusta lo indescriptible, lo encuentro sumamente atractivo. En Estados Unidos pasé muchas semanas manejando, miraba hacia todas partes, y solo cuando veía algo interesante me detenía. De ese tiempo, tengo el sentimiento de haber hecho cine de arte en carretera”.

Brueck trabaja donde la gente raramente se ve. En sus fotos no todo es arquitectura, no todo es paisaje. Sus fotos se expresan como si fuesen un rodaje documental o una pintura al óleo y ofrecen a nuestros ojos, no acostumbrados, nuevos contextos. En Estados Unidos estudió la interacción del color y la forma en la fotografía, cómo combinar los colores, hacerlos lucir, resaltar la belleza de cada matiz. Se percató, por supuesto, de que la luz diurna difiere de país a país.

A finales del 2014 tuvo una reunión con un curador de arte y éste le dijo que le gustaba mucho la propuesta de sus primeros trabajos, particularmente Timecapsule y las fotos de la serie DAF. Este curador le confesó que con las series Dekonstruktion y Distortion tenía un poco de “problemas”.

“Los curadores jóvenes han mostrado más capacidad de digerir mejor mi trabajo que los equipos de directores de museos, fuertemente arraigados a la fotografía artística tradicional, quienes se muestran todavía un poco temerosos de aceptar mi propuesta. Tienen la idea de que un fotógrafo debe parecer siempre un fotógrafo. No sé bien lo que eso signifique, pero es parte de la vieja escuela. Mi trabajo no es para observar “verdades”, tampoco ofrezco ni busco “documentación”. La idea es abrir puertas y cuestionar cómo nuevamente la fotografía puede utilizarse, especialmente en las artes. La decisión de alejarme del realismo tiene en el fondo la intención de exponerme, como fotógrafo, de una manera distinta, mucho más novedosa. Esa decisión se basa, también, en ser un artista. No quiero repetir todo lo que ya se ha hecho en la fotografía artística”.

El “joven representante de la Escuela de Fotografía de Düsseldorf”, como se refieren a él los medios alemanes, ha estructurado su trabajo no solo en la arquitectura moderna y en la inmensidad del paisaje estéril, también ha fotografiado el módulo Columbus de la Estación Espacial Internacional. Prácticamente la mayor parte de su obra está contenida en el libro Ralf Brueck. Dekonstruktion, Distortion, DAF, Timecapsules (Wienand, Köln, 2016), que saldrá a la venta en Alemania a finales de este año. Brueck reúne ahí sus cuatro más importantes series: parte de Timecapsules, que comenzó hacia finales de los noventa y se dedica a retratar la arquitectura de iglesias protestantes y católicas construidas en Alemania entre 1920 y 1990; continúa con DAF, en la que capta los paisajes desérticos del oeste de Estados Unidos y le sirven de puente hasta sus dos nuevas series, Dekonstruktion y Distortion, las cuales rompen con la realidad definitivamente.

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