En 2015 Darío Frías Paredes ganó en España dos concursos de poesía con sus libros Volverse sombra y En la región de Escitia, lo que, además de prestigio, le aportó una significativa suma de dinero; sin embargo, el poeta Jorge de Arco descubrió que varios poemas de ambas obras habían sido plagiados a él mismo y al poeta Carlos Aganzo, por lo que ambos presentaron una querella legal que acaba de resolverse a favor de los demandantes.
Frías obtuvo el premio Alfons el Magnànim, convocado por la Diputación de Valencia en 2015, con el poemario Volverse sombra; ese mismo año, obtuvo el premio Nicolás de Hierro, del Ayuntamiento de Piedrabuena (Ciudad Real), por su libro En la región de Escitia, los premios sumaros 11 mil 500 euros.
Cuando Jorge de Arco entró a la librería Hiperión de Madrid y compró el poemario Volverse sombra, lo que leyó le resultó más que familiar: buena parte de los poemas eran de su libro Las horas sumergidas.
Darío Frías había copiado nueve de sus poemas, publicados tres años antes. De Arco también reconoció versos del poeta y periodista, Carlos Aganzo. Ambos compararon sus obras y, en este proceso, encontraron la anterior publicación de Frías, En la región de Escitia, cuyo título ya era sospechoso, pues Aganzo había publicado un año antes el poemario En la región de Nod.
Bolígrafo en mano, ambos poetas encontraron 12 poesías en el primer libro y 21 en el segundo, tan parecidas a las suyas, que decidieron iniciar una querella. “Escandalosa y flagrante copia”, acusaron.
En la querella por un delito continuado contra la propiedad intelectual por plagio, presentada en julio de 2016, se compara el material literario y se aprecia que donde decía “encontréis”, el acusado escribía “buscáis”; donde “diciembre”, “noviembre”, y así cientos de veces con sustitución de vocablos, como “llenaron” por “sembraron”, “lunas” por “soles”, “sufrirá” por “vivirá”, “susurro” por “murmullo”.
Todas las demás palabras permanecían idénticas, así como el orden de los versos, con lo que se reproducía la métrica (gran parte son endecasílabos), la musicalidad de la lectura e incluso la idea y el sentido. Hasta una dedicatoria. Si Aganzo le dedicaba un verso a su hija, Frías le dedicaba ese mismo a la suya.

En los hechos probados de la ponencia de la jueza María del Pilar Casado Rubio, del juzgado de lo penal 8 de Madrid, se establece que “de los 15 versos (de Las horas sumergidas), nueve son idénticos a los de ‘Caídos ángeles’ de Aganzo y ‘Horas sumergidas’ de De Arco”; asimismo, continúa la ponencia, “del poemario En la región de Nod de Aganzo se habían utilizado aún más estrofas y de algunas se ha copiado todo”.
Darío Frías, vecino de Tudela, en Navarra, y de profesión maestro, se defendió de la acusación: lo suyo era intertextualidad creativa. “Reelaborarlas de forma crítica y original”, aseguró en el juicio. No copió los textos, tomó el legado de la obra de Aganzo, desplazó el significado. Sacó cuentas: en uno de sus libros hay 181 versos, de los que transcribió 90 “poemas enteros” de los que no reconoce copia.
Para cimentar su argumento, llamó a un perito, José Zacarías La Linde, “mucho más vehemente pero no más convincente” que el perito representante de la acusación, Rafael Morales Barba.
Mientras uno sostuvo que se trataba del “diálogo de un poeta con otro poeta”, el otro dijo que “el que plagia no hace esfuerzo de imaginario propio”; cuando el primero mantuvo que no hacía falta precisar cuándo se utilizaban versos de otros, el segundo contradijo: “se ponen en cursivas o hay que indicarlo”.
Aunque en España se han realizado otros juicios por plagio literario, éste es el primero que tiene una resolución por la vía penal contra el plagiario, debido al “ánimo de obtener un beneficio económico ilícito”, como dicta la sentencia. Con sus dos poemarios Frías había ganado 11 mil 500 euros en unos meses.
Frías participó en los concursos con la técnica de "corta y pega", según consta en la sentencia: “Lo que se ha hecho es copiar la de otra persona sin indicar nada”. El castigo es ejemplar: 15 meses de prisión, indemnización y decomiso de la obra y del dinero de los premios.

Cabe destacar que en 2014, Darío Frías había ya concursado en dos premios simultáneos, viéndose obligado a devolver los 6 mil euros del Premio Blas de Otero de Majadahonda, que había obtenido por su poemario Las afueras del tiempo, porque una parte de esa obra acababa de ser premiada en otro concurso en Barcelona y, como es usual, el certamen de Pamplona exigía que los poemarios no se hubieran presentado en otros concursos al mismo tiempo.
El mismo Darío Frías recibió en 2014 el Premio Nacional de Poesía Ciega de Manzanares, por el poema titulado Los nombres y los días, galardón convocado por el Ayuntamiento de esta ciudad, así como también obtuvo el Premio Literario Iparragirre Saria.
Al parecer, Darío Frías ha sabido poner en práctica las lecciones que da Roberto Bolaño —un escritor que en sus comienzos cazaba premios como un indio búfalos, según sus propias palabras—en su cuento “Sensini”, donde describe cómo participar en varios certámenes con el mismo relato, cambiando título y nombres de los personajes, e incluso el poeta Frías parece haber dado un paso más allá.
*Con información de Doménico Chiappe / diariosur.es
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