Cultura

La crítica: Teatro: Caracol y colibrí

 La versión respetuosa de Alicia Martínez Álvarez (una directora y artista de la máscara de nivel mundial) al texto de Sabina se vuelve entrañable y poderosa.

No conocía el Huerto Roma Verde. Francamente el lugar y el proyecto me dejaron deslumbrado: una iniciativa civil que pretende que pensemos mejor nuestra ciudad y nuestra relación con el entorno. En este huerto bello en mitad del asfalto han erigido un teatro, una estructura geodésica hecha de guadua, bareque y barro (muy colombiana), con una acústica maravillosa. Un ejemplo envidiable de cómo se puede levantar un espacio escénico con costos relativamente bajos, amén de constituirse en una alternativa de construcción amigable con el ambiente. Y este espacio inteligente y acogedor habla de la urgencia que tiene esta ciudad imposible de alternativas culturales para jóvenes audiencias. Falta terminar este teatro, faltan recursos que sería importante fuesen aportados por la ya aprobada Secretaría de Cultura del gobierno federal aunque el Gobierno de la Ciudad de México y su respectiva Secretaría deberían estar interesados también. Este teatro es una de las ideas más frescas e importantes de este 2015 que se nos va, una belleza en múltiples sentidos.

Y en su interior ocurre la magia que Laboratorio de la Máscara, en colaboración con Idiotas Teatro, han dado a luz a través de un texto de Sabina Berman: Caracol y colibrí. Fernando Reyes Reyes, Cristian David y Diego Santana encarnan espléndidamente a los personajes de esta historia sencilla y profunda sobre la música y su relación con la tierra y el maíz. La versión respetuosa de Alicia Martínez Álvarez (una directora y artista de la máscara de nivel mundial) al texto de Sabina se vuelve entrañable y poderosa.

Un caracol de mar escucha música y decide atravesar grandes distancias para encontrar "eso" que le provoca sensaciones extraordinarias. En su búsqueda encuentra a un colibrí que ha sucumbido de igual manera al encanto de la música. Después de algunas desavenencias, acuerdan trabajar juntos para apropiarse de la música que descubren produce el Abuelo Maíz Pinto (homenaje claro al pintor Francisco Toledo), robándose sus instrumentos. Sin embargo, los instrumentos no son la música. Aquello que había sonado maravilloso, en sus manos y labios resulta un desastre. La música la tienen que hallar en su interior. Viaje de autoconocimiento y contacto con el ser. Historia bellamente contada, para niños y adultos, en un espacio escénico increíblemente bello. Y, como ya sugerimos, ingresa el tema del maíz e invita a los espectadores a sembrarlo y defenderlo. Regresa en marzo a dar funciones luego de una gira por Estados Unidos en el Dallas Children´s Theatre. No puede perderse ni lo obra ni la experiencia de conocer este nuevo teatro.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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