La ensayista e investigadora literaria, Caridad Tamayo Fernández (La Habana, 1970) hace un recuento de la narrativa contemporánea cubana y se centra en la que escriben los jóvenes durante la primera década del siglo XXI. ¿Qué rasgos distinguen a la nueva prosa que se elabora en Cuba? ¿Qué la une con su pasado inmediato? ¿Quiénes son los nuevos autores cubanos? ¿Cuál es la visión de los prosistas frente a la situación social que se vive en la isla? Son algunas preguntas planteadas en el prólogo a esta selección de textos.
La nueva narrativa de Cuba refleja la visión de los millennials, son los nuevos fermentos de la cultura contemporánea que ya no están preocupados por ensalzar la figura de los líderes de la revolución cubana y tampoco se muestran interesados en abordar situaciones que exhiben escenarios en contra de los derechos humanos, como en su momento lo hizo Reinaldo Arenas en El mundo alucinante (1966) y años después Senel Paz en El lobo, el bosque y el hombre nuevo (1991), en donde se enfatizaba en actitudes de intolerancia hacia las preferencias sexuales.
Esta antología incluye diez cuentos que parten de una visión individual y no social, son instantáneas de una generación inmersa en la modernidad y que, pese a la vertiginosa manera en que se aborda el hipertexto, ellos miran su pasado narrativo y se reconocen en la voz de otros. Parten de su propia visión para abordar un asunto que parece permear en las páginas de estos relatos, la insatisfacción. El desasosiego invade la vida de una joven de 16 años, protagonista de “Eclipses”, en donde Susana Huag Morales (La Habana, 1983) se ocupa de la trágica vida esta adolescente que desea ser muy ligera, esbelta y que lleva más de un año sin probar nada que contenga azúcar. Yunier Riquenes García (Jiguaní, Granma, 1982) retrata el sueño de una mujer, ayudante de limpieza, que quiere ser parte del mundo de la cinematografía y mostrarles a todos su belleza. Anisley Negrín (Santa Clara, 1981) demuestra tener una precisión del lenguaje; su prosa es contundente, clara, irrompible en un espacio de aparente fragilidad, es autora de “Fuga”. Legna Rodríguez Iglesia (Camagüey, 1984) presenta un homenaje a Cesar Vallejo en un día como cualquier otro en su salón de clases donde estudia literatura. “Trilce huevos para trilce escritores”, refiere en un texto breve en donde las piezas narrativas hacen las veces de un coro para resaltar lo que se requiere.
Después de asomarse a estas páginas, habría que recordar lo que dice Guillermo Sucre: “La labor del escritor es encontrar, a partir de un lenguaje anterior, una nueva relación, una distinta entonación”. Y aquí, ese atisbo de la modernidad, se cumple cabalmente.