Editado por la Dirección de Publicaciones de la UNAM, Liber Scivias (México, 1970), de Claudia Posadas, es un libro que no solo trata de rastrear los orígenes de las pulsiones humanas sino el principio del lenguaje y de la literatura, pues Posadas se inspira en mitologías clásicas y mitos medievales para escribir este poema de largo aliento que constituye un caso sui generis en las actuales letras mexicanas. Platicamos con la también autora de La memoria blanca de los muros (1997) acerca de la poesía y su planteamiento estético.
¿Por qué crees que hay pocos espacios para la poesía y la crítica de ésta?
Tiene que ver con la forma en que los géneros literarios funcionan en un mercado real. Evidentemente la novela es un campo de prioridad. Y hay géneros que no entran en estas dinámicas de hegemonías comerciales, como el ensayo, la poesía y los géneros híbridos, pero no es que no tengan valores estéticos, sino se debe a cómo se organizan en el mercado globalizado. Ahí la poesía no ocupa un lugar preponderante. Sin embargo, hay que defender los espacios donde haya reflexión en torno a las obras. Los lectores, al final de cuentas, tienen la última palabra, muy alejada de los discursos estéticos como mecanismos de poder. Por otra parte, como la poesía no está determinada por estos discursos que mueven el campo cultural, es más libre en el sentido de que tú creas la obra para ti. Desde este punto de vista, la poesía es un acto de rebeldía y de creación genuina.
'Liber Scivias' es un libro extraño. Aparentemente utilizas un lenguaje y estructuras del pasado.
Me considero una rara avis de mi generación. Este trabajo no tuvo mucho entendimiento mientras se fue creando en lecturas, talleres y en las becas de Jóvenes Creadores del FONCA. Tuvo rechazo e incomprensión porque la gente desconocía los temas, porque es un trabajo con pocas referencias en la poesía mexicana. Sin embargo, fui fiel a mí misma. No es un poemario que se adecue a modas estéticas. Curiosamente, mi trabajo fue reconocido y entendido, y lo sigue siendo, en Chile, cuando lo di a conocer en una residencia artística en 2008 que realicé con apoyo del FONCA. Este libro ya fue motivo de una tesis de licenciatura, de estudios en coloquios de poesía mística organizados por el Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM y ha llamado la atención de académicos como Alejandro Higashi quien está preparando un artículo donde sitúa mi libro fuera de los sistemas actuales de posicionamiento estético que él analiza muy crítica y honestamente.
Defines tu poemario como de “compresión mística”. ¿Qué significa hacer poesía mística hoy?
Tiene una búsqueda de conciencia muy fuerte, que es la búsqueda de un “yo poético” a través de muchos referentes simbólicos, alquímicos, para dar cuenta de la posible experiencia de lo inefable. No es tradicionalmente místico porque la mística se debe entender como la experimentó Teresa de Ávila o San Juan de la Cruz, que es ese trance y experiencia de la criatura con su creador: la boda mística. Más bien, tiene este sesgo porque busca el espíritu a través de muchas figuras alegóricas, tradiciones, pero no hay ninguna religión o dogma. Los investigadores han dicho que es más un libro alquímico que místico, aunque entre la alquimia y la mística hay caminos de búsqueda de conciencia y de espíritu parecidos.
Lo que digo es que Liber (Libres) Scivias es más alquímico porque implica esta transformación y decantación de la materia, que era el fin de los alquimistas. En principio era la búsqueda de la piedra filosofal, de la transformación de la piedra en oro que era llegar al conocimiento o la iluminación. Esto lo explica muy bien Carl Jung, quien es el gran transformador de la alquimia moderna, pues en Psicología y alquimia explica que el proceso para que las personas cumplan el proceso de individuación es un proceso alquímico.
Al leer tu poemario se pueden identificar ideas encriptadas en palabras. Interesante pero no es una lectura sencilla.
Son poemas muy referenciales, escritos bajo la idea de Ezra Pound de que la poesía y el poema son un testimonio de lo humano. Por ello, hasta el final se cumple la transformación de la materia en conciencia y ahí entra el lenguaje simbólico, porque es donde se habla de una experiencia de lo inefable y porque, como dice Pound, el símbolo expresa lo que no puede el lenguaje cotidiano normal. Ahí la importancia de la poesía, porque ella llena esos ecos y huecos que deja el lenguaje.
A pesar de la forma y el fondo, ¿hay valores contemporáneos en tu libro?
Hay una metáfora que utilizo cuando hablo de las herejías medievales. Te preguntarás ¿qué tienen que ver las herejías medievales con la época contemporánea? Pues éstas fueron un acto de resistencia desde el espíritu a los discursos hegemónicos de la iglesia ortodoxa que se estaba imponiendo y que creó la Inquisición para romper estas herejías, las cuales, por cierto, tenían ideas interesantes, ideas apegadas al espíritu. Por ello, me parece una metáfora contemporánea y actual de cómo los discursos hegemónicos, que necesitan legitimarse para tener un poder, destruyen las otras formas de pensamiento, no solo de religión, sino en el arte, en la política, en el lenguaje, y éste es el valor contemporáneo
que he querido expresar.
En la modernidad, que es exclusivamente materialista, desconocemos esta forma de sentir y pensar. ¿Piensas que no entendemos del todo el Medioevo?
No soy especialista en pensamiento medieval, pero es interesante para mí para crear una revelación, un paralelo contemporáneo, pero más que lo medieval es la peregrinación hacia las fuentes lo que hemos olvidado. Quiero recordar a Lanza del Vasto, autor de la novela Judas, de quien aprendí a recorrer las fuentes antiguas. Este poemario ha sido una peregrinación por las fuentes que especialistas como Angelina Muñiz–Huberman me han enseñado a través de referencias y tradiciones: lo judaico, lo gnóstico, lo alquimista. Soy una alumna humilde de todo esto.