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Científico de la NASA casi se queda sordo por un inodoro

Una serie de caprichos de la física fueron responsables de que, por dos días, Phil Metzger creyera que había perdido la audición para siempre.

Las probabilidades de que un accidente generado por una serie de estrafalarios caprichos de la física le ocurra a un doctor que solía trabajar para la NASA son tan escasas, que la historia del científico planetario Phil Metzger podría sonar inverosímil. Pero no lo es.

En un extenso hilo de Twitter, Metzger contó cómo casi pierde la audición mientras intentaba reparar una taza de baño. El conflicto comenzó cuando de sus manos resbaló la tapa de cerámica del tanque y golpeó un borde del inodoro.

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Ustedes pensarán: "un desastre, afilados pedazos de cerámica regados en el suelo, pero nada que te deje sordo". Todo lo contrario. La tapa no se rompió, pero generó un sonido a altos decibeles que empeoró el accidente de Metzger.

"El sonido me aturdió —cuenta Phil, cofundador del laboratorio Swamp Works, del Kennedy Space Center—. Salí tropezando del baño y caí de rodillas en la sala, tratando de imaginar qué había pasado".



Después de calmarse un poco, hizo lo que haría cualquier científico en su lugar: investigación.

Metzger examinó sus oídos con pruebas simples sólo para descubrir que, en su cabeza, su voz parecía sonar a través de un kazoo, un pequeño instrumento membranófono que resuena gracias a una fina capa de plástico. Luego tarareó una escala musical y se dio cuenta de que el efecto sólo era perceptible en ciertas frecuencias.

Phil no daba crédito. La caída de la pieza había sido de apenas unos 20 centímetros, ¿cómo un impacto tan sutil había logrado dañarlo de tal manera?

Puesto que el sonido se mueve a diferentes velocidades en distintos materiales, lo siguiente que debía hacer era calcular la velocidad del sonido a través de la cerámica.

La onda sonora viajó de un lado a otro de la pieza y, por su forma cóncava, sirvió como antena para dirigir la energía acumulada directo a los oídos del científico y sólo afectó a ciertas frecuencias, porque golpeó partes específicas de la cóclea.


La cercanía del rostro de Metzger al lugar donde se produjo el golpe provocó que recibiera el impacto sonoro con toda su potencia: unos 138 decibeles.

Según apuntó el propio científico, la pérdida permanente de la audición ocurre con sonidos iguales o superiores a 140 decibeles, por lo que un incidente que parecía inofensivo realmente pudo dañarlo para siempre.

Un amigo experto en acústica le recomendó ir con un especialista si sus molestias no mejoraban en 48 horas, pues el daño podía volverse irreversible. Para su fortuna, mejoró exactamente a los dos días.



La ironía es que Metzger dirigió un laboratorio de la NASA, donde era responsable de la seguridad de todo el personal, incluyendo la protección sonora.

"Nunca hubiera imaginado que tirar la tapa de la taza de baño desde unas ohco pulgadas de altura pudo haber arruinado mi audición".


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