Viajé a Sucre, la capital de Bolivia, para conocer a una escritora de relevancia continental en las letras españolas, Matilde Casazola (1943). Desde unos de los más bellos alojamientos coloniales de esa ciudad emblemática en la historia andina y gracias a otro encuentro fortuito, hice contacto con su sobrino, el escritor Gabriel Chávez, quien de modo coincidente, resultó ser un amigo cercano a Marco Antonio Campos, el destacado poeta mexicano.
Se que abuso de lo prolijo y trato de evitarlo, pero en esta ocasión se concatenan coincidencias poéticas a las que quiero hacer justicia con algunos pormenores.
Apenas una noche antes de llegar a Sucre había asistido en Cochabamba a una Performance de ese mago de la vida y la pintura que es Gastón Ugalde. Y como a donde vaya siempre llevo un libro conmigo -alguien que quiero me dice que saco a pasear mi biblioteca- tuve que dejar a don Jaime Saenz sobre la mesa de los quesos, en el coctel, para servirme un vino. Ello dio a pie a que una bella señora viera mi ejemplar y se refiriera al autor paceño. Ya entrados en materia de talentos literarios, me proporcionó los datos para conocer a la poetisa (prefiere ese término a poeta) y también compositora -de gran calado, discreta y encantadora voz- Matilde Casazola.
Entrando en materia
Con esta artista completa, Premio Nacional de Cultura, de suave trato y elegancia que no se ve mucho ya, tuve una charla de hora y media, que prometía, y fue memorable. Matilde me permitió grabar lo que devino en una entrevista que revela preciosas claves creativas, como la diferencia cualitativa que ella controla, entre la escritura del poema y la concepción de sus canciones.
Ha compuesto más de 100 letras y melodías, interpretadas por ella y por otras grandes figuras de su país. La cueca “DE REGRESO” bien podría ser un segundo himno boliviano. Capta la musicalidad tradicional de las altas cumbres andinas; aún a capella adivinaría uno las entradas de la Quena o el Charango. Yo no tengo empacho en confesar que más de una de sus canciones me ha arrancado lagrimas. Aquí doy tres pistas:
En medio de la conversación y después de que me dedicara los voluminosos ejemplares de su obra poética (ha publicado 22 libros), pregunté a Matilde si tenía poesía inédita lista para editar. Me dijo que no paraba de escribir, pero que dos libros fundamentales suyos, ya trabajados desde hace mucho, no se habían publicado aún, y que su deseo era que aparecieran simultáneamente. Profundizó en ello. Se trata de “Los Dardos equívocos” (1980) y “Otoño de aglomeradas despedidas” (1981). Pertenecen ambos a lo que ella misma ha definido como parte fundamental de su serie autobiográfica.
Y fueron escritos a raíz de los asesinatos del sacerdote jesuita Luis Espinal Camps, director del combativo semanario “Aquí”, y del líder socialista Marcelo Quiroga Santa Cruz, cuyas muertes, ocurridas en el transcurso del año de 1980, consternaron al país.
La sensibilidad de Matilde se conmovió por completo ante el vil asesinato de dos figuras emblemáticas de la lucha por las libertades y los derechos humanos en Bolívia, el sacerdote jesuita Luis Espinal Camps, secuestrado, torturado y asesinado con doce balazos, y el crimen contra el notable líder y candidato a la Presidencia Marcelo Quiroga Santa Cruz, cuyo cuerpo sigue desaparecido hasta hoy. Ambas figuras habrían sido incluidas en una lista para desaparecer a 115 dirigentes políticos y sindicales, militares, intelectuales, periodistas y sacerdotes, elaborada por el golpista Luis García Meza y el narcotraficante y militar Luis Arce Gómez.
Un dato a destacar, los dos mártires antifascistas de la democracia latinoamericana fueron cineastas y escritores. Espinal es celebrado por uno de sus más conocidos textos, “Oraciones a Quemarropa”, y a Quiroga Santa Cruz (quien se refugió en México en 1975 y fue maestro en la UNAM) se le recuerda por su novela “Los Deshabitados”, que en 1962 ganó el premio William Faulkner, a la mejor novela hispanoamericana escrita desde la Segunda Guerra Mundial.
Al conocer algunos detalles de esos dos libros inéditos, le pregunté a Matilde si transitaban por una clara vertiente política en su temática de denuncia, y respondió: “... ambos libros fueron escritos ante el sufrimiento provocado por el sacrificio de dos figuras entrañables que me fueron próximas, aunque traté más a Quiroga Santa Cruz...”. Y deduje , no ha de haber en ellos ni asomo de un panfleto, si no tan solo el desgarramiento llevado a la poesía, que causó en nuestra gran poeta latinoamericana uno de los episodios más crueles y cobardes ejecutados por la ultraderecha golpista en nuestro continente.
Al recordar con emoción nuestra platica en Sucre, pensé en la poesía de León Felipe, Alberti y en la dimensión moral de ellos y de Antonio Machado y García Lorca; por cierto, éste último autor y músico es uno de los poetas españoles más cercano a sus afectos; Matilde, quien al igual que lo hiciera el creador del “Romancero Gitano”, en su juventud fatigó los Andes y la Pampa con un teatro de trashumancia que le otorgó el bien precioso de una visión humanística notable.
Nos deparamos entonces ante una autora que se vuelve imperativo divulgar y conocer mas. De hecho, estas páginas llevan el trasfondo urgente de proponer publicar estos dos volúmenes históricos en México. Es una asignatura pendiente para editoriales fundacionales como el FONDO DE CULTURA ECONÓMICA recuperar el patrimonio de valores de libertad y alta poesía como la que representa Matilde Casazola.