En medio de una situación de pandemia que dejará a Nuevo León prácticamente sin celebración del Día De Muertos, existe un oficio que ha continuado operando normalmente: el de sepulturero.
Hugo Cruz ha pasado casi toda su vida merodeando y luego trabajando en el panteón Santa Lucía, de Apodaca, convirtiéndose en la tercera generación de su familia que labora ahí enterrando cuerpos, siguiendo los pasos de su padre y abuelo.
En su caso, desde pequeño acompañaba a su padre al panteón y fue a los 20 años que finalmente comenzó a trabajar oficialmente en el cementerio, como un empleado municipal.
“Tengo más de 15 años como sepulturero, soy encargado. Mi papá era el encargado, pero por lo de la pandemia tomé su lugar. Empecé ayudándole a él, siempre en este panteón Santa Lucía, la tradición va más arriba: mi abuelo fue encargado aquí, más para atrás no, mi abuelo fue el primero”, expresó.
Aunque para muchas personas los panteones son lugares que inspiran miedo o que no son considerados un lugar ideal para trabajar, para Hugo enterrar muertos es una situación que ve como algo natural.
Para poder convivir tan seguido con la muerte y la tristeza de los familiares que llegan al lugar, el sepulturero resalta que el tiempo lo ha vuelto hasta cierto punto insensible. Sin embargo, cuando le toca enterrar a un niño, sí puede ser difícil.
“Uno tiene que hacerse un poco del corazón duro, desgraciadamente, porque si se pone triste uno siempre por cada persona que sepultas, está canijo, aquí vas a estar. Con todo y esa forma de ser, tocan casos, (enterrar a) jóvenes, niños, sí te cala un poco más, pero no tanto como para clavarse con la situación, llegaría un momento en que no vas a poder trabajar”, expresa.
Como el único de cuatro hermanos que se dedicó de lleno al trabajo de su padre, Hugo Cruz destaca que una de las situaciones más difíciles que ha enfrentado en el panteón donde labora, es enterrar a miembros de su familia.
“Sí me ha tocado enterrar a un familiar, sí tengo familiares sepultados aquí, sí nos ha tocado hacer el trabajo, o la misma gente que anda aquí, nos ayuda a sepultar, y nosotros ahí tenemos que intervenir. Ahí, aunque uno lo vea todos los días, pues es tu familiar y es muy distinto”, reflexiona.