Ciudad de México /
Como a Delacroix, a Leonora Carrington le gustaba visitar zoológicos. El caballo fue el primer animal que entró en su arca, luego siguieron la hiena, los pájaros, los jabalíes (“las monjas se esconden dentro de sus hábitos negros y parecen los lomos de un jabalí”), más tarde llegaron los murciélagos, los faisanes, los perros, los gatos, los peces, las serpientes, los venados, los toros, las mariposas, los leones, los lémures, las iguanas, los jaguares, los búhos, los delfines, las mangostas, los pericos, las arañas, las gacelas, los elefantes, los tejones, los monos, los caballitos de mar, las langostas e insectos de caparazón crujiente. El único animal al que decidió excluir, por un tiempo, fue el cocodrilo; no obstante, luego se reconcilió con él y lo evocó en algunas de sus esculturas en bronce.
JOS