El pasado 22 de octubre partí a Cuba con la idea de visitar la isla de manera turística, pero nunca imaginé que muchas ideas cambiarían mi percepción ya muy formada sobre ella, y menos lo que me pasaría en el aeropuerto de La Habana, el día de mi regreso a la Ciudad de México, siete días después.
El primer día visité la vieja Habana y ahí me topé con el taller de un viejo conocido en México, hace más de 20 años: Luis Rocca, Choco, uno de los artistas plásticos cubanos más reconocidos en el mundo. Con él platiqué, tomé café y, ¿por qué no?, recordamos los viejos tiempos en México, cuando Choco era solo un chico cubano más, de los muchos que llegaban al Distrito Federal en busca de que su talento lo diera a conocer, cosa que logró con bastante éxito.
Seguí recorriendo La Habana, y a través de recomendaciones de amigos llegué al Hotel Cohiba, donde la atracción musical es el show de Teté García Caturla, fundadora del Buenavista Social Club en los años 40. Con ella tuve oportunidad de platicar y de ser recibida en la humilde casa de la cantante, compañera de Amara Portuondo, reconocidas ambas mundialmente. En ambos casos, tanto el pintor como la cantante hablaron de arte, pero también de esos aires que hoy se respiran en La Habana, ciudad que cuando uno la mira y recorre parece estacionada en los años 50. Esos aires que huelen a esperanza para el pueblo cubano, de que los cambios lleguen, de que la modernidad con todo lo que implica llegue, en cualquier buen día, desde que el pasado 14 de agosto la bandera de Estados Unidos se izó en su embajada, desde que el tercer papa visitó la isla, desde que Cuba amaneció sin enemigos.
Cuba está de moda, pero en realidad el bloqueo comercial pasa por más procesos que las simples imágenes mediáticas, ya que está basado en por lo menos tres leyes estadunidenses estacionadas en el Congreso. Este proceso, para muchos —incluidos los republicanos— es largo y aún no ocurrirá, no tan pronto como muchos quisieran.
Mi tercer paseo fue por el barrio de Vedado. Ahí encontré el taller de un personaje cuya trayectoria ha sido seguida por muchos: Roberto Robaina, ex ministro de Relaciones Exteriores de Cuba en la década de los 90. Muchos no creen en el "arte" de Robertico, como cariñosamente lo llaman en La Habana, pero como me lo dijo en la grabación de la entrevista, el arte es todo aquello que te produce un placer, una emoción. Robertico Robaina, personaje polémico, como su obra en blanco y negro; un personaje que hace 17 años no sale de Cuba. Personaje que siente una especial atracción por el comediante británico Charles Chaplin, matemático de origen y muy denostado en su imagen pública, que hoy se permite tener un taller donde pintar y poder caminar como un cubano más por las calles habaneras, como un cubano de los muchos que disfrutan y padecen de la isla y sus restricciones, pero también sus placeres. La visita fue corta, más de lo que yo hubiera deseado, sin embargo, decidí, a manera de charlas culturales, tomar fotografías y grabar imágenes de video, como tal vez cualquier turista lo hubiera hecho.
En algún momento después de recorrer por días La Habana y de solo conversar y escuchar a los artistas cubanos, pasó por mi mente la idea de hacer un documental. Esa sola idea que manifesté en alguna conversación y pasó por mi mente volverla realidad fue la causa de más de tres horas de interrogatorios por parte de la inteligencia cubana, en el aeropuerto de la capital cubana, unas horas antes de tomar mi vuelo de regreso a México.
Al estar ya en la sala de espera y habiendo documentado para el vuelo 2901 de Interjet, con destino a la Ciudad de México, tres agentes que solo se identificaban con un gafete de Migración, se acercaron a mí y me preguntaron a qué había ido a La Habana y si podían ver mis documentos. Accedí y les comenté que mi visita era solo para conocer La Habana y visitar ese país, Cuba, ese de la amistad con los mexicanos durante años. Me pidieron entonces que los acompañara a un área restringida, donde me invitaron un café, advirtiéndome que no "contenía nada", que me lo podía tomar con confianza.
Al principio me insistían en que me estaban tratando muy bien y que Migración y Aduanas hacían este tipo de entrevistas aleatorias. Sin embargo, no era creíble que me hubieran escogido al azar, debido a que sabían muy bien sobre todo mi itinerario en La Habana y los lugares que había recorrido, así como las personas a las que había visto. Me informaron que tener pláticas de tipo político con cualquier personaje sin autorización era un delito, y se castigaba como traición. Me preguntaron si sabía quiénes eran las personas a las que había visitado. Y yo no les dije una sola mentira, como al final me reiteraron los propios agentes, ya que durante las tres horas del interrogatorio se repetía la amenaza: "Si dices una mentira te quedas aquí para siempre detenida". Me pidieron entregar "voluntariamente" los videos que había grabado, con la advertencia de que si no lo hacía "voluntariamente", entonces quedaría sujeta a un proceso de aduana, que me impediría tomar mi vuelo de regreso.
Así que "voluntariamente" me incautaron, mediante un acta administrativa de retención y modificación de la Aduana General de la República de Cuba, dos computadoras portátiles y un disco externo, por considerar que eran sujeto de investigación para el Estado cubano las conversaciones que había sostenido. Me informaron que después de un mes podía regresar a recoger mis laptops, o mandar a una persona por ellas y que ahí me informarían sobre el resultado de la investigación.
Mientras tanto las preguntas continuaban: ¿a qué partido perteneces?, ¿por quién votas?, ¿por qué usas ese collar, qué tan caro es?, ¿quién fue tu contacto con estos artistas? Las frases de los interrogadores me demostraban una y otra vez que eso de los cambios en La Habana estaban lejos de suceder. Me amenazaron de manera constante y me aseguraron que en la isla "nada servía, solo la inteligencia".
Me siguieron haciendo preguntas por horas: que si no era una turista común, ¿qué pensaba de Fidel Castro?, ¿qué conversaciones políticas había sostenido con los tres artistas?, que si pensaba grabar un documental, que si tenía deudas en México, sacaron copia de mi pasaporte y de mi credencial del INE; hasta que al final me pidieron diez minutos antes de que saliera el vuelo que firmara el acta de retención, que aprendiera que ahí era Cuba, cuyo tesoro aduanero es el patriotismo socialista y me acompañaron a abordar el avión, reservándose con esta acta el derecho de volverme a dejar entrar a la isla.
Ya en casa, la pregunta que me asalta es, ¿si en esa Habana de cambios, en ésa donde se respira esperanza, me recibirán otra vez si es que acaso me vuelve a pasar por la cabeza hacer un documental?