Sólo viéndolo correr se distingue a un aficionado de un profesional. Éste último, según menciona el escritor Haruki Murakami en "De qué hablo cuando hablo de correr", se gana el título cuando recorre un mínimo de sesenta kilómetros a la semana. Es la práctica la que diferencia al que casi nunca piensa en nada serio cuando corre, del que corre en medio del vacío. Casi flotando. "Los más vigorosos, los que corren golpeando con fuerza el suelo y cortando el viento al avanzar, parece que los persigue una cuadrilla de bandoleros. Por otro lado, están los corredores entrados en carnes, que corren con enorme sufrimiento: los ojos entornados, los hombros caídos y resoplando ruidosamente", dice el autor.
La evolución biológica del correr
Correr es uno de los actos más naturales. Sin pretensiones, muestra nuestra verdadera personalidad y estado: con nuestra postura, la respiración y la facilidad del movimiento se notan el esfuerzo.
Ciudad de México /