Los colonos viven en barrios cerrados. El negro puede entrar allí, pero sólo de día. Cuando el blanco quiere algo de un negro, lo manda llamar. Al comparecer, el negro tiene que esperar tras la verja, en la calle. El colono está sentado en un sillón del porche. Se ponen a hablar. Las palabras recorren una distancia de entre veinte y treinta metros. Dicha distancia es necesaria por razones de higiene: los alientos blanco y negro no deben mezclarse. Desde que se pone el sol, los nativos tienen prohibida la entrada: las brisas nocturnas limpian el aire contaminado por las visitas diurnas de los negros.
En el Congo
Ryszard Kapuściński fue el mayor cronista de la descolonización de África. Nadie como el legendario periodista polaco para narrar las convulsiones de aquella época.
Ciudad de México /