En nuestras charlas aprendí más que en los cursos universitarios y mucho más que en los largos y laberínticos debates que entonces se suscitaban en la izquierda. Fito es un conversador excepcional: elocuente, enterado, buen narrador, con unos gramos de malicia, que no necesita de mucho para contar y contar y contar. Sabe o intuye que la conversación es uno de los logros civilizatorios más relevantes, que es la fórmula natural de encuentro entre dos personas, pero que además a través de las historias que nos contamos forjamos una especie de tela de araña que nos acaba atrapando. Porque somos en buena medida los relatos que nos contamos y que otros cuentan sobre nosotros.
Cuando Fito cumplió 70 años
Adolfo Sánchez Rebolledo fue y es –para mí– una voz y una referencia obligada. Pero por encima de todo Fito es (mi) amigo.
Ciudad de México /