La historia de “Mía Fressy” con los animales comienza en Ciudad Victoria hace poco más de 41 años, cuando siendo una recién nacida unos perros que dormían muy cerca de ella, eran quienes le daban calor esas gélidas noches de enero a las faldas de la majestuosa Sierra Madre Oriental.
Vivía el rechazo de su madre que además de mantenerla por horas con el pañal de tela mojado, rociaba agua fría sobre su pequeño rostro en pleno invierno.
Siendo aún una bebé, su progenitora se marchó y cuando creció le dijeron que había muerto. Su padre y sus mascotas se encargaron de que a esa niña no le faltara amor.

Aprendió a querer y respetar a los animales y hasta llegó a sentirse identificada con ellos, lo que la llevó hace 11 años a abrir un refugio para canes, gatos, zarigüeyas y hasta murciélagos maltratados.
De estos últimos ha logrado curar a un total de 26.
Ubicado en el 2 y 3 Guerrero, zona centro de Ciudad Victoria, en ese lugar les cura sus heridas y les brinda alimento, labor que la lleva a pasar la noche sin dormir para poder atenderlos en el caso de los animales nocturnos. Comenta que el misterio que envuelve a los murciélagos y su aspecto los hace ser temidos, rechazados y lastimados.
Lucha por derribar los mitos y leyendas que los rodean y cambiar la percepción negativa hacia ellos. Pide se reconozca su contribución a la naturaleza y evitar sufran maltrato, pero esto se complica por la creencia que todos se alimentan de sangre y portan el coronavirus, lo que ataja, “todavía no está totalmente comprobado”.
Son mamíferos que acaban con depredadores de cosechas, dispersan semillas para crear vegetación, actúan como colibríes nocturnos y polinizan una diversidad de flora, dice, en cambio.

“Mía Fressy” sumó a los quirópteros hace aproximadamente cinco años, después de ver cómo una amiga aplastó a uno de ellos creyendo que la iba a atacar. A raíz de ello empezó a hacer campañas en redes sociales para evitar agresiones a la especie.
“Ahora con el covid le atribuyen ser portador del virus, pero no es así; no es fácil concientizar a la gente sobre animales raros, así les llaman las personas, no es fácil pero poquito a poquito lo estoy logrando”, expresó.
Hasta ahora ha recibido alrededor de 60 reportes telefónicos, en su mayoría porque ingresaron a un domicilio particular y no saben cómo deshacerse de ellos. De 26 murciélagos rescatados, algunos estaban heridos por gatos y otros eran bebés que se habían quedado huérfanos y necesitaban alimento.
“Unos estaban lesionados de sus alas, cuando eso sucede ya no pueden volver a volar porque su piel no se regenera y siento que se deprimen al no poder volver a hacer su vida y estar encerrados, los tengo en un aviario a veces pero de todos modos no están en libertad”.
Les brinda cuidados, agua y comida, pero al paso de unos meses mueren. En cambio los que llegan sanos procede a liberarlos. “Puedo darles la mejor atención, la mejor alimentación, pero sin poder volar ellos no sobreviven, los puedes tener en una caja para que duerman solamente”.
Entre los casos que ha atendido, le conmovió especialmente el de tres murciélagos bebés que recibió hace cuatro meses y a cuyos padres los había matado un gato. No batalló mucho para sacarlos adelante porque ya tenían colmillos y lograron sobreponerse para ser liberados finalmente.

Menciona que las personas se asustan cuando uno de estos animales entra a su domicilio, pero afirma son inofensivos y en cuanto llegue la noche se retiran silenciosamente. Lamenta que el humano sea selectivo y los pocos que ayudan a salvar vidas de animales, se limiten a rescatar perros y gatos principalmente.
“¿Por qué unos sí y otros no? Todo lo que tiene vida fue creado por Dios”. Dice convencida: Si dar amor a un animal es cosas de locos, entonces no quiero ser normal.
En realidad se llama Santa Prisciliana Rodríguez, pero se hace llamar “Mía Fressy” en honor a una perrita que marcó su vida y a que de niña a ella le decían fresita. Actualmente es muy feliz porque su madre volvió a su vida y le está retribuyendo el amor que no le expresó en su momento.
Casada y con tres hijos, lo único que ensombrece su dicha es la ausencia física de su progenitor, a quien dedica todo lo que hace por los animales para que él se sienta orgulloso de ella desde donde ahora se encuentre.
lpr