Comunidad

Quiénes son los jóvenes que murieron en la masacre de San Bartolo de Berrios en San Felipe, Guanajuato

Los jóvenes eran conocidos en la comunidad, estudiaban, trabajaban, ayudaban en la parroquia o colaboraban en actividades locales.

La comunidad de San Bartolo de Berrios, en el municipio de San Felipe, Guanajuato, vive días de luto, dolor y consternación. En la madrugada del lunes 19 de mayo, siete jóvenes fueron asesinados a balazos mientras convivían en la plaza principal de la localidad, tras asistir a un festejo por el Día de las Madres, entre ellos se encontraba un menor de edad de apenas 17 años.

Esa noche, como muchas otras, los jóvenes se reunieron sin imaginar que sería la última vez que estarían juntos.

Sin previo aviso, hombres armados arribaron al sitio en varias camionetas y dispararon en más de 50 ocasiones contra el grupo, dejando la plaza teñida de sangre y silencio.

El ataque ocurrió alrededor de las 2:30 de la madrugada, en la calle San Miguel, esquina con Iturbide.

¿Quiénes son los jóvenes asesinados en la masacre de San Felipe?

Las víctimas fueron identificadas como:

  • César Emmanuel Tapia de la Rosa, de 17 años
  • Ángel Gerardo Tapia de la Rosa, de 19 años
  • Ángel Luis Corona Mancilla, de 24 años
  • Mariano de la Rosa Corona, de 18 años
  • Miguel Ríos Juárez, de 25 años
  • Braulio Ignacio Ortiz Pérez, de 19 años
  • Ángel Rodríguez Piñón, de 18 años

Dos de ellos, César Emmanuel y Ángel Gerardo Tapia de la Rosa, eran hermanos e hijos del delegado de la comunidad de San Bartolo de Berrios, lo que ha provocado aún mayor conmoción entre los habitantes, quienes han expresado su indignación por la inseguridad que ni siquiera perdona a las autoridades locales y sus familias.

Otro de los jóvenes asesinados, Miguel Ríos Juárez, era un integrante visible y querido de la comunidad LGBTQ+ en San Felipe, reconocido por su carácter alegre y participación activa en actividades comunitarias.

Su muerte ha resonado especialmente entre quienes luchan por espacios seguros e incluyentes, en una región donde aún se enfrentan prejuicios y violencia.

Todos ellos eran conocidos en la comunidad, estudiaban, trabajaban, ayudaban en la parroquia o colaboraban en actividades locales.

A las 7:30 de la mañana de ese lunes, los cuerpos fueron trasladados al Servicio Médico Forense (Semefo), donde sus familiares, entre lágrimas, confirmaron sus identidades.

La escena dejó ver a mamás abrazando fotografías, padres exigiendo justicia, y a vecinos que aún no lo podían creer.

La Fiscalía General del Estado de Guanajuato informó que todas las líneas de investigación siguen abiertas y que se trabaja con estricto apego a los principios jurídicos.

Sin embargo, para muchas familias el dolor es más fuerte que cualquier promesa. “Eran buenos hijos, solo querían ayudar a papá”, expresó una hermana de dos de las siete víctimas con la voz entrecortada. Y es que no se trata solo de siete víctimas más en las estadísticas, se trata de jóvenes con sueños, con ilusiones, con planes que hoy ya no existen.

San Bartolo de Berrio, antes un pueblo tranquilo, ahora está marcado por la violencia. Pero sobre todo, por la pérdida.

Hoy, Guanajuato guarda silencio ante la tragedia, mientras las familias entierran a sus hijos con el corazón hecho pedazos y con la exigencia de justicia.

¿Cómo ocurrió la masacre?

Todo comenzó poco después de las 2:00 de la madrugada del lunes 19 de mayo. La comunidad de San Bartolo de Berrios dormía tranquilamente cuando múltiples llamadas al 911 alertaron sobre fuertes detonaciones de arma de fuego en la plaza principal del pueblo.

Según los testimonios recabados por las autoridades, varias camionetas con vidrios polarizados ingresaron al poblado y se dirigieron directamente al jardín central, donde un grupo de jóvenes convivía tras asistir a una fiesta organizada por la parroquia local.

Sin mediar palabra, los atacantes abrieron fuego. Se estima que se realizaron al menos 100 disparos, la mayoría con armas largas de alto poder.

Cuando los primeros elementos de la policía municipal arribaron al lugar, se encontraron con una escena estremecedora: siete cuerpos sin vida yacían alrededor de una camioneta estacionada frente al kiosco. Algunos de los cadáveres estaban sobre la banqueta; otros, a unos metros de distancia, como si hubieran intentado huir. El suelo estaba cubierto de casquillos, manchas de sangre y un silencio que lo envolvía todo.


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