En los pasillos de Galerías Monterrey una pareja camina por el “carril” izquierdo mientras ve los aparadores de las tiendas, repentinamente se les acerca un guardia y les pide que caminen por el lado contrario, mostrándoles el sentido de las flechas señaladas en el suelo del lugar.
La imagen toma relevancia en el contexto de la pandemia generada por el covid-19, pero resulta curiosa cuando se observa el resto del paisaje dentro del centro comercial: alrededor de la pareja que se tuvo que cambiar de corredor no hay nadie con quien pudieran chocar.
Sin embargo, los guardias y personal del establecimiento comercial son completamente estrictos con las medidas dictadas por las autoridades estatales de salud, que condicionaron la reapertura comercial con este tipo de reglas.
Al entrar al lugar, un guardia mide la temperatura corporal y ofrece gel antibacterial, medidas ya por demás familiares para toda la población, pero además preguntan la tienda o establecimiento al que la gente se dirige.
“Es para saber si no van a un lugar que esté cerrado”, dice escuetamente el guardia, que luego de comprobar el destino, permite el paso.
En la segunda planta se nos presenta la escena mencionada del carril izquierdo, pero sucede cuando en el horizonte se puede contar la cantidad de personas con los dedos de las dos manos, tal vez un poco más.
El mismo guardia, comprometido visiblemente con las medidas de precaución, le pide con señas desde lejos a un hombre que se ponga el cubrebocas en la boca y nariz, no en el cuello, como muchos acostumbran.
En una joyería, donde se repiten las medidas de temperatura y gel antibacterial, un hombre observa anillos de compromiso, mientras la encargada, Lorena, le aconseja.
“Pues no es esencial para ellos, pero para mí es esencial trabajar”, contesta Lorena al cuestionarla sobre la reactivación, mientras dice esperar con impaciencia que la gente vuelva a salir, ya que las ventas han estado bajas.
El área de comidas es apenas un vestigio de lo que antes fue. Una sola mujer está parada frente al único restaurante abierto en esa área en específico, un local de unas conocidas gorditas que, junto a un par de lugares de comida en la planta baja del centro comercial, son las únicas opciones.
Las mesas están completamente desiertas, a pesar de que son los únicos lugares en los que las personas pueden sentarse, ya que los típicos sillones y bancas del establecimiento han sido removidos. La señal es clara: no ir a pasear, no aglomerar, no contagiar.
Parte de la economía se ha reactivado, falta la gente.