Sanjuana Ramírez es una mujer del municipio de Mina que cree en el amor, y que se muestra dispuesta a apoyar en las buenas y en las malas a su esposo Édgar, quien le mandó una carta escrita a mano desde las rejas del penal de Apodaca.
“Hola Chikis, espero que nos miremos pronto, los extraño a todos, como quiera te marco en la noche, los amo a ti y a los niños, que Diosito me los bendiga y perdón por lo que están pasando, un abrazo a todos y un beso a todos de mi parte”, se lee detrás de un acta de nacimiento que recibió la esposa.
Cuando Ramírez leyó la carta, sus ojos se abrieron y comenzaron a derramar lágrimas por las palabras que Andrade había escrito, las cuales provocaron tranquilidad por saber que su esposo se encuentra bien, al tiempo que la tristeza le ganó porque no pueden estar juntos.
“Es muy difícil porque estoy muy acostumbrada a él, claro que me duele y es muy difícil estar este tiempo sin él”, dice Ramírez, mientras empuña sus manos.
Dicha carta fue idea de la defensora Claudia T. Witron cuando visitó a Édgar en el penal para informarle del caso y éste veía que todos los presos se comunicaban por teléfono con sus parejas, pero él no tenía dinero, a lo que la litigante le lanzó un papel y pluma para que, a la antigua, escribiera en papel.
De inmediato plasmó sus sentimientos en más de 70 palabras que combinó con frases y corazones de tinta negra, y en un espacio debajo de lo que le expresó a su pareja redactó un “Mamá, perdóname por lo sucedido” que enchinó la piel de Witron.
“No era yo, es más, no me acuerdo de nada, la quiero mucho y por favor dígale a mis hermanos que me perdonen, que Diosito me los bendiga, un abrazo para todos, y un beso, espero verlos pronto y darles el abrazo yo mismo”, concluyó su carta con dedicatoria a su madre, cuenta la abogada.
Él se encuentra recluido en el centro penitenciario por presuntamente haber asesinado a su hermano a puñaladas, pero los abogados señalan que el hombre estaba bajo los efectos de las drogas, por lo que buscarán una sentencia absolutoria debido a que la familia no desea verlo preso.
“Que me perdonen todos y un besote con mucho cariño, un abrazote para mis hijos, amor, te extraño, adiós”, reitera.
En septiembre de 2020, Ramírez se percató que su esposo estaba ido, solitario, llorando día y noche porque no podía zafarse de una cadena que lo devolvía a consumir cristal, pero fuera de casa.
A pesar de esto, ella no lo dejaba en paz y le cuestionaba cuál era el motivo de consumir drogas, a lo que éste respondía llorando, sin saber la salida correcta.
Todo el tiempo, cuenta la entrevistada, él se portó bien y de ahí se llegó a una decisión consensuada para internarlo y tratar su adicción en uno de los cuatro centros de rehabilitación con los que cuenta la colonia La Placita, en Mina.
“Tenía casi un año de drogarse, pero cuando lo empecé a ver que comenzaba a cambiar y no lo miraba igual como antes; lo notaba que se estaba drogando, me prometía que no iba a pasar nada, pero no pudo dejar las drogas, como que empezó a estar triste y decaído”, indicó Sanjuana en entrevista.
El esposo es trailero y todos los días andaba de arriba para abajo en la talacha porque su mayor sueño era ponerle una bonita casa a Chikis, como le dice de cariño a su esposa, además de un negocio para que sus dos hijos estudiaran lo que ellos desearan, con la condición de que todo el tiempo deberán ser buenas personas.
Cuando el caso del presunto asesinato cimbró a La Placita, comenzaron a llover miles de comentarios y reacciones negativas que Sanjuana leyó, por lo que pidió que antes de juzgar al joven de 31 años, conocieran la historia.
“Mi familia, al igual que yo, está muy sorprendida porque todos tienen cosas bonitas que decir de él, te hacía favores y nunca tenía un mal carácter para nadie, siempre tenía una sonrisa en su rostro”, apunta.
La defensa jurídica del hombre indicó que en febrero y marzo se desahogará la etapa de investigación, mientras que en abril será la primera audiencia y para finales de mayo será el juicio final que determinará su futuro.