En los años 50 el politólogo estadunidense de origen alemán Hans Morgenthau expresó las bases de lo que se conoce como la teoría realista de las relaciones internacionales, poniendo como ejemplo a los Estados Unidos, afirmando que dicho país no se guiaba por principios en su relación con otros, sino por intereses.
De forma que si con determinada nación le convenía usar los derechos humanos o la democracia como discurso para obligarlos a hacer algo, era una estrategia correcta, pero a la vez, al relacionarse con otros estados podía ignorar dichos principios por pragmatismo puro, por ejemplo, una relación comercial con Arabia Saudita justificaba el no hacer ningún señalamiento sobre su falta de democracia o poco respeto a los derechos humanos.
Donald Trump es un excelente exponente de la teoría realista de las relaciones internacionales, porque él no defiende principios, solo intereses, marcando una agenda en donde poco le importa volverse el villano, siempre que Estados Unidos salga beneficiado.
Ha demostrado ser muy hábil para el engaño, sacando propuestas absurdas, pero altamente dañinas para la contraparte, por ejemplo, la devolución del canal de Panamá, los aranceles del 25% a México, la compra de Groenlandia a Dinamarca o la anexión de Canadá, lo cual obliga a los países destinatarios a sentarse a negociar, pero lo hacen siempre en desventaja, porque se concentran en atacar la propuesta absurda, cediendo en cosas que consideran menos graves, pero que siempre fueron el objetivo de Trump.
Fue de esa manera que Trump, ya acorraló a México en dos temas, la migración, en donde nuestro país ya se comprometió a parar el flujo de migrantes provenientes de Centroamérica, a reforzar las fronteras a nuestro coste y a recibir a connacionales deportados, así como en el combate a los cárteles de la droga, permitiendo incluso el ingreso de un avión militar para recopilar datos en Baja California, algo que hace un par de años hubiera sido impensable.
@victorsanval
