Andrés Manuel López Obrador y sus simpatizantes tienen todo el derecho de marchar y de expresar sus opiniones en el espacio público, es una prerrogativa inherente a todo ciudadano y por tanto no nos podemos oponer al ejercicio que plantean.
Sin embargo, eso no impide que haya personas que creemos que se trata de una manifestación artificial, que tiene un objetivo meramente electoral y que es innecesaria en el marco de la discusión de la reforma electoral.
Primero, no se trata de un ejercicio genuino, sino que responde a la necesidad que tiene el Presidente de actuar frente a una marcha ciudadana, que tuvo una convocatoria amplia, en donde a toda costa querrá demostrar que el puede convocar a más personas y así medir su músculo político con el de la oposición, pero no se requiere ser un genio para saber de antemano que habrá más personas en la concentración del Presidente, pero que también habrá acarreo masivo.
No suma mucho a la discusión de una reforma electoral una marcha oficialista, porque MORENA cuenta con ventaja en votos en ambas cámaras, el Presidente tiene altos niveles de aprobación y también el mandatario tiene acceso a medios todos los días para fijar su posición, es decir, no requiere de tomar el espacio público para hacerse escuchar, por el contrario, busca tener presencia en el espacio público como justificación para dejar de tomar en cuenta las exigencias de un porcentaje de la población que no coincide con él.
De hecho, la marcha oficialista contribuirá a fomentar más polarización y división entre los mexicanos, haciendo más amplias las brechas entre simpatizantes de MORENA y opositores, cuando lo normal en una democracia no es que una parte de la población apabulle a la otra con sus números, sino que se promueva un debate, se construyan consensos en donde ambas partes ceden y se logren soluciones que dejen conformes al mayor porcentaje posible de población. Pero en México parece que estamos empecinados en dividir.
@victorsanval
