Este fin semana leía las intervenciones que hizo en el Festival Literario de Nayarit Alí Chumacero 2020, de una de las primeras mujeres que habló hace casi tres décadas, de la discapacidad desde una visión social gracias a su experiencia como madre de una persona con parálisis cerebral y apoyándose en su oficio como escritora: Alicia Molina Argudín.
Fue en la mesa panel “No hay palabras: la visión de las autoras y los autores en distintos temas sociales desde las letras” que dejó en claro que sus cuentos no son para hablar propiamente sobre la discapacidad sino para que los niños que viven con esta condición se miren y se identifiquen, por que en los espacios sociales no los vemos.
¡Cuánta razón!
Y cuando se hace el ejercicio no siempre se le da un trato justo.
Me refiero al intento de inclusión que vimos la noche del domingo en la entrega 92 de los Premios Oscar 2020.
Debo confesar, que desde que lo vi entrar en pantalla me emocioné, se trataba del actor Zack Gottsagen un joven con síndrome down que encarnó la historia “The Peanut Butter Falcon” donde soñaba ser luchador de la WWE.
Era el momento para presentar a los nominados que aspiraban el premio como mejor cortometraje y enseguida la presentación del ganador.
Lo hizo junto a Shia LaBeouf, con quien compartió créditos y rodaje en dicho filme y por tanto compañeros de trabajo.
Bueno, eso del ‘compañerismo’ fue lo que menos se notó al momento de dar lectura del guión que les tocaba decir ante la cámara, donde el lenguaje corporal de Shia era más bien de una persona impaciente y poco tolerante con el tiempo y ritmo que Zack se tomó para dar sus líneas.
Tanto así, que justo al anunciar al ganador y mientras Zack se preparaba para hacerlo Shia de manera audaz, por no decir ventajosa y gandalla, se le acercó al micrófono y le ganó la palabra: ¡“The Neighbor’s winddow”!
Dejando de lado el sentimentalismo y la victimización, sacar ventaja sobre tu compañero de conducción en programa al aire siempre es de mal gusto, más aún cuando se trata de una persona que necesitará pautas claras y ritmo apropiado a su condición; peor aún cuando aseguran que no solo son compañeros sino amigos.
La participación de las personas con discapacidad en los espacios públicos siempre será un derecho jamás una dádiva, quienes vivimos y convivimos con ellas nos toca asegurar que su despeño sea SIEMPRE en una marco de respeto que dignifique su condición. Primero Persona.