La directora general de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) recordó recientemente las palabras pronunciadas en 1950 por el mexicano Jaime Torres Bodet: “El hombre de la calle no debe ignorar que la Unesco existe y que la Unesco piensa en él. Después de todo, sus angustias, sus inquietudes y sus deseos son la mejor justificación de nuestra existencia”.
El Consejo Ejecutivo de la Organización, del que México forma parte, concluyó recientemente sus trabajos adoptando decisiones importantes, entre las que vale la pena señalar algunas de las promovidas por nuestro país, como el fortalecimiento de la lucha contra el racismo y la discriminación, y el seguimiento de los compromisos de la Conferencia Mondiacult 2022 sobre políticas culturales y desarrollo sostenible.
Mención especial merece nuestra iniciativa para declarar a 2025 como el Año Internacional de la Ciencia y la Tecnología Cuántica, con el objetivo de acercar a la ciencia al común de nuestras sociedades, en especial a la niñez y la juventud. En 2025 se cumplen 100 años del desarrollo inicial de la mecánica cuántica moderna. Esta iniciativa obedece a una petición de las comunidades científicas de numerosos países y fue adoptada por aclamación por el Consejo Ejecutivo.
En estos días sesionaron también los 143 países miembros, entre ellos México, de la Convención de la Unesco de 1970, cuya finalidad es prohibir e impedir la importación, la exportación y la transferencia ilícita de bienes culturales.
Hemos señalado en esta reunión la necesidad de que la Unesco se comprometa con más fuerza en la lucha contra el tráfico ilícito de bienes culturales. Nos enfrentamos a las limitaciones de la Convención ante las barreras que representan las leyes nacionales que en los centros más importantes del mercado del arte protegen ampliamente las transacciones comerciales, lo que dificulta que casos plenamente justificados sean debidamente atendidos y que los países originarios recuperen obras de gran valor.
México ha conseguido un importante éxito para que la Unesco fortalezca los alcances de la Convención adoptando un programa de sensibilización de las opiniones públicas, que exhorte al cuidado y a la preservación de piezas culturales cuyo valor no puede ni debe ser medido en términos monetarios.
El cambio de valores y paradigmas del comportamiento social ha resultado ser el camino más eficaz para modificar patrones de consumo éticamente cuestionables, aunque no penalizados por la legislación. Se trata, en resumen, de evitar que las naciones sigan perdiendo bienes culturales fundamentales para su historia, patrimonio e identidad.
Enfrentamos ahora graves problemas que a todos nos afectan. No me refiero tan sólo a los conflictos bélicos del día de hoy, sino también a los nuevos desafíos de nuestra desbocada civilización, desde la lucha contra el cambio climático, la protección de los océanos, hasta la regulación de los alcances de la inteligencia artificial.
Cada uno de estos problemas tiene una dimensión global que ningún país puede encarar por sí solo. La búsqueda de respuestas colectivas que trasciendan las fronteras nacionales requiere de una responsabilidad que los gobiernos deben asumir con determinación y compromiso a través de la cooperación multilateral.
En estos años hemos contribuido con nuestras propuestas a movilizar a la Organización más allá de las confrontaciones. Nuestros posicionamientos no han seguido ideologías políticas, sino que se han fundado en los valores y principios que le dieron origen.
La Unesco está abordando los desafíos más urgentes que se presentan en su campo de acción con un llamado a la cooperación internacional. No hay gobierno ni empresa del sector privado que puedan tener el alcance de esta institución multilateral, por lo que es indispensable apoyarla.
En un mundo cada vez más polarizado, los organismos intergubernamentales deben cumplir sus responsabilidades para abrir nuevas avenidas a nuestra maltratada esperanza.
Por Juan José Bremer*
*Representante permanente de México ante la Unesco