Dicen que los economistas pasan la mitad del tiempo pronosticando algo y la otra mitad explicando por qué no sucedió. Los analistas llevan meses previendo una recesión en Estados Unidos y tratando de adivinar cuándo llegará. La realidad es que poco se entiende de los ciclos económicos. Son difíciles de pronosticar y es aún más difícil saber su duración y su magnitud. La discusión sobre la recesión comenzó al ver la duración de la fase expansiva del ciclo posterior a la crisis financiera de hace una década. Pero la duración del ciclo económico previo no es un buen indicador para anticipar el siguiente. Hay que ver los datos.
Algunos datos de la economía estadounidense no apoyan esta noción. La producción creció 2.1% anualizado durante el segundo trimestre, más de lo estimado, siguiendo el crecimiento de 3.1% del primer trimestre. La tasa de desempleo ronda 3.7%, de las más bajas en los últimos 50 años. Los salarios están aumentando. Las ventas al menudeo crecieron durante julio más de lo pronosticado. Y a pesar de esto, la recesión se aproxima.
Un problema al hablar de recesiones es la oportunidad de los datos. Tenemos información del pasado y en ocasiones el rezago es significativo. Pensemos en el caso de México donde los datos más recientes de consumo y de inversión corresponden a mayo y el PIB estatal tiene más de un año de rezago. Podemos festejar un buen dato económico de hace un par de meses, aunque la economía pudiera estar ya en una situación distinta; solo se sabrá con el pasar del tiempo. De ahí la importancia de poder pronosticar; un pronóstico adecuado permitiría tomar medidas preventivas o paliativas ya sea para evitar la recesión o para disminuir su magnitud.
Una señal clara de que la actividad económica se está alentando se da cuando los bancos centrales bajan las tasas de interés. Al hacerlo, tratan de darle un impulso a las economías al disminuir el costo del crédito. Ya lo hizo la Reserva Federal a finales de julio y Banco de México la semana pasada.
Pero quizás el indicador más escuchado para pronosticar una recesión proviene del mercado de bonos. Cuando la curva de tasas de interés “se invierte” es una señal que alerta una desaceleración inminente. Esta situación se da cuando las tasas de interés de los bonos de corto plazo son mayores que las de los bonos de largo. En términos muy sencillos, quiere decir que la gente está preocupada por el corto plazo y prefieren mantener sus inversiones en instrumentos de más tiempo. En una economía sana —por decirlo de alguna manera— los tenedores de bonos demandan un rendimiento mayor entre más plazo tenga el instrumento, porque les exige ceder sus recursos por más tiempo.
El miércoles pasado, durante un rato, el rendimiento de los bonos a 10 años del Tesoro de Estados Unidos estuvo por debajo del de los bonos a dos años. Es la primera vez que sucede desde 2007.
La guerra comercial entre Estados Unidos y China y la contracción de las economías alemana y del Reino Unido no mejoran el escenario.
Las cifras de México no son alentadoras y suenan las alarmas desde Estados Unidos. Viene a mi mente aquel dicho de Carstens. ¿Qué pasará en México si Estados Unidos cae en recesión? ¿Catarrito o pulmonía?
@ValeriaMoy