No cabe duda, que en la larga tradición de las letras escritas está relacionada con la práctica militar; con esto me refiero a que muchos de los grandes escritores y poetas abrazaron por un tiempo un puesto en el ejército, algunos que responden a estas características son Miguel de Cervantes Saavedra, León Tolstói, Ernest Hemingway, Roque Dalton, José Martí; y por supuesto, en Guanajuato la tradición continuó con Antonio Plaza Llamas.
Antonio Plaza nació en Apaseo el Grande, en su niñez demostró ser una persona precoz y generosa; características que lo llevaron a la Ciudad de México a estudiar en el Seminario Conciliar, donde se cursan carreras eclesiásticas y de jurisprudencia, al finalizar su formación, se alistó para ser soldado, donde fue herido por una bala de cañón en el pie y tuvo que retirarse.
Persiguió una carrera en el periodismo donde se le reconocieron sus aptitudes para impulsar pensamientos y movimientos revolucionarios debido a sus escritos liberales y críticas francas.
Dedicó sus palabras a manifestar en sus obras la luz que podía hallarse en las sombras; pues en sus versos retrataba a las víctimas de una sociedad injusta y de los tiempos crueles; ganó reconocimiento también, no por su dominio en algún género lírico, sino por sus escritos sencillos y la franqueza en sus palabras cargadas de pesimismo.
Tal como en uno de sus sonetos más destacados, titulado “Los héroes”:
Los pueblos, desde tiempos olvidados
fabricaron, sin lógica ninguna,
palacios, para audaces con fortuna,
presidios, para audaces desgraciados.
Escribió sobre los caídos y derrotados; los miserables y desamparados; los olvidados y los juzgados; en mi opinión, el genio poeta que era Antonio Plaza, fue un claro ejemplo de no sólo tomar a la palabra escrita para retratar lo bello, sino como un recurso infalible para llamar a la acción.