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Zapopan y Roma

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  • Tomás de Híjar Ornelas

Al tiempo que se cumple el primer centenario de la coronación pontificia de la antiquísima y venerada imagen de Nuestra Señora de Zapopan,  que tuvo lugar el martes 18 de enero de 1921 en la catedral de Guadalajara, actuando como delegado del Papa Benedicto XV el Arzobispo de esta sede, don Francisco Orozco y Jiménez y como epílogo de un Curso Social Agrícola Zapopano que del 12 al 16 del mismo mes y año congregó un copioso número de ‘semaneros’, recordamos aquí la cumbre de un ascenso largo y fatigoso que le alcanzó a este culto la distinción suprema que la Iglesia concede a las imágenes sagradas.

El culto a la Virgen de Zapopan y el desarrollo y auge de la comunidad de este nombre son inseparables desde que el uno produjo el traslado de la sede parroquial de Atemajac a la cabecera de aquel nombre, la construcción de una basílica y de la residencia episcopal que se edificó frente a ella; el patrocinio de la Virgen sobre la capital en el tiempo de aguas y su visita anual del 13 de junio al 4 de octubre a partir de 1735; el establecimiento, a la sombra del santuario y ofrendas, de un colegio para misioneros; la emancipación de España de la Diputación Provincial de Guadalajara (hoy diríamos, los estados de Jalisco y Zacatecas); la iniciativa edilicia tapatía, por esto último, de conferirle a la esculturita la insignia civil más tonante, la de Generala de Armas del Reino el 15 de septiembre siguiente, y a la vuelta de un siglo la efeméride que estamos aquí recordando, la coronación pontificia; corolario de todo lo cual fue, medio siglo largo después, la visita que hizo a la basílica su peregrino más sonado, el Papa Juan Pablo II, el 30 de enero de 1979, al que se dedicó después la enorme plaza que hoy antecede el atrio de la basílica.

De este modo, dos momentos han unido simbólicamente a Zapopan con Roma y de forma más directa, con sus representantes institucionales ya aludidos a los pies de una esculturita tan frágil como emblemática, que resuma toda ella indocristianismo, desde su técnica de confección, madera tallada con modelaje de pasta de caña de maíz, el desarrollo y auge de su culto desde la piedad de un pueblo de indios y los atributos que alcanzó con el paso de los siglos.

No podemos dejar en el tintero, a propósito de este aniversario, al más empecinado gestor de esta coronación pontificia, el tapatío Fray Luis del Refugio de Palacio, OFM (1868-1941), ni la relación que como superior tuvo, al paso por el claustro de Zapopan de dos paisanos entonces adolescentes, José Garibi Rivera y José María Figueroa y Luna, a quienes corresponderá mantener y encauzar, luego de la sañuda persecución religiosa en México de 1914 a 1940, una manifestación de fe que ahora ostenta el reconocimiento universal que le dio la UNESCO a la más proverbial de sus evidencias, la Romería de la llevada de la Virgen el 12 de octubre de cada año, el de patrimonio intangible de la humanidad. 

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